Contra la desagrarización (II) por Ramón TAMAMES

La semana pasada veíamos la triste situación del campo español, a lo que deben agregarse los más negros augurios respecto de la Política Agrícola Común (PAC) a partir del año 2014. Con graves peligros externos, en forma de acuerdos internacionales que están negociándose a la usanza neoliberal; con un Marruecos de salarios envilecidos que amenazan nuestras frutas y hortalizas; un Mercosur con potencias agrarias como Argentina y Brasil sin constricciones ecológicas; y una Organización Mundial de Comercio (OMC) en la que mandan Estados Unidos, Canadá, Australia y las ya citadas dos potencias sudamericanas: juntas, lo que quieren es arrasar el sector agrario europeo.
Lógicamente, no se plantea ir a un nuevo proteccionismo, que por lo demás sería imposible; habida cuenta de los compromisos de España con la Unión Europea y dentro de la OMC. Pero sí que cabe preconizar una nueva política agroalimentaria, con «medidas de acompañamiento». Sobre todo para fomentar la mayor dimensión de las explotaciones –vía agrupación o cooperativismo–, en pro de economías de escala que permitan avances en temas como mecanización y agricultura integrada, mayor maridaje con lo pecuario, recurso creciente a la biotecnología, métodos de conservación de menor laboreo, etcétera.
A todo lo anterior debería agregarse un nuevo programa forestal, ligado al aprovechamiento de biomasa con fines energéticos; vinculado a medidas de creación de sumideros de carbono y otros gases de efecto invernadero vía forestación; aplicables en grandes áreas del país aún en proceso de desertificación, al abandonarse pastos naturales de montaña y estepas de las dos mesetas.
No me cansaré de insistir: necesitamos una política regeneracionista moderna para nuestro campo, todavía en gran parte de economía familiar, y que debe dar un gran salto adelante en términos de productividad y competitividad. De otra manera, será arrasado por los cuatro puntos cardinales. ¡A ver si se
enteran!