Crisis en el PSOE

Adiós a cámara lenta por Nacho VILLA

La Razón
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En el análisis político hay que saber reconocer las cosas y en este caso hay que aceptar que Rodríguez Zapatero ha actuado estas últimas semanas como alguien que maneja como nadie el regate corto y la distribución de tiempos. Después de semanas de presiones, de declaraciones y de contradeclaraciones, el secretario general del PSOE ha sabido recuperar el mando en plaza, desorientar a los suyos y cerrar bajo siete llaves el secreto de la sucesión. Zapatero llegaba al Comité Federal rodeado de una expectación máxima, todo el mundo decía saber lo que iba a anunciar pero realmente muy pocos, poquísimos, tenían la certeza del contenido de su anuncio.
Cuando el secretario general del PSOE ha explicado –con una frialdad llamativa– que no repetiría como candidato, en la calle Ferraz se ha sentido una mezcla de vértigo por el liderazgo que se marcha, un interrogante por lo que pueda venir encima y un alivio por lo que pudiera significar de rémora su permanencia en la Presidencia del Gobierno. Ningún socialista quería aceptar la marcha de Zapatero, aunque muchos dijeran en voz alta que tenía que dejarlo. La verdad es que nadie esperaba que Zapatero fuera capaz de dejar el poder con esa frialdad con que lo ha hecho. Llegó a la Secretaría General cuando nadie lo pensaba y se marcha cuando la mayoría creía que se iba a aferrar al poder. Ahora es muy fácil dar al mono porque es de goma; pero desde luego no creo que sea lo más objetivo, ni lo más constructivo. Zapatero ha tenido grandeza al dejar el poder, sorprendiendo incluso a los suyos. Y esta afirmación no es una frase fácil en un momento de despedida. Es el reconocimiento de una actitud, cuando lo más sencillo es arrear al poder sin arte, ni parte.
Dicho lo cual, ¿tenía la obligación Zapatero de convocar elecciones generales a la hora de confirmar su adiós como presidente del Gobierno? La respuesta es fácil. En condiciones normales lo normal es que hubiese convocado elecciones legislativas al anunciar que no volverá a ser candidato. Pero, también es cierto que ese planteamiento tiene una salvedad: la complicada crisis económica interna e internacional que sufre España. El abandono del jefe del Gobierno, un año antes de terminar la Legislatura, transmite a los mercados y a los foros internacionales un ambiente de inestabilidad política e institucional que no conviene a nadie. Dar la sensación de que España y su Gobierno están en un momento de derribo integral no parece que sea bueno. Es más, el efecto para nuestra economía podría ser demoledor. Por eso quizá, lo que pide el cuerpo es que Zapatero hubiese convocado elecciones anticipadas; pero si analizamos las cosas con un punto de sosiego parece más prudente decir un adiós a plazos. Quizá es menos efectista. De acuerdo. Pero puede ser más efectivo.