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Nueva York

Lorca se hace mujer

Eva Yerbabuena se presta a la charla de mañana, lozana y plácida, como si su cuerpo hubiera olvidado que siete horas antes aún estaba taconeando sobre el escenario veraniego del Generalife. Allí representa hasta finales de agosto «Federico según Lorca».

La coreógrafa baila con un títere de cuatro metros
La coreógrafa baila con un títere de cuatro metroslarazon

Confiesa, sin embargo, que la tensión de este estreno sobre el poeta en su tierra (la de los dos) le pinzó un músculo en el cuello durante las semanas previas, que desapareció horas después del estreno, aunque nadie lo notó. «Es la vida del artista», como repite un cantaor durante el espectáculo una y otra vez.

Las similitudes entre Lorca y Yerbabuena son tantas que la bailaora, cuando recibió el encargo de poner en escena el espectáculo estival que cada año su ciudad dedica a su hijo más célebre, no dudó: «Todos conocemos al Lorca artista, pero para mi, la parte humana era la más interesante».

Títere gigante

Así que, aunque reconozcamos a Bernarda, a Adela..., nadie encontrará el típico espectáculo para turistas basado en una de las obras del artista. Yerbabuena se impregna de las preocupaciones que sitiaron al poeta y muestra tanto su perfil más folclórico como el más introspectivo y enigmático que dio lugar a obras como «Poeta en Nueva York», «Así que pasen cinco años o el público». La primera persona, además del equipo, que supo de este proyecto fue José Monleón. Hablamos y me dijo: tienes que hacer el camino con él. Y así hice», resuelve.

La primera y obvia coincidencia era haber nacido en el mismo punto: «He vivido también en un pueblo chico y he conocido a Doña Rosita la soltera porque era una vecina de los abuelos, sé de la represión de "La casa de Bernarda Alba"porque aquí se sigue viviendo con el qué dirán, la influencia tan fuerte que ha tenido la religión en nosotros...».

El proceso creativo de ambos está muy marcado por la niñez: «Lo que me impresiona es su voluntad de no querer dejar de ser niño, ni abandonar ni la infancia ni los principios», admite la coreógrafa. Envuelta en las vivencias del poeta, juzga fundamental el primer encuentro de Lorca con los títeres, «que le despertaron su vocación». Por eso la actriz baila con un guiñol de cuatro metros en uno de los instantes más inspirados de la representación. «Es una de las cosas que tenía claras desde el principio», asegura.

Y para cerrar este círculo de paralelismos, ambos partieron del folclore, de la raíz, para evolucionar hacia otros lenguajes más contemporáneos. «Al principio de una carrera la gente trata de encajonarte, pero yo soy muy inquieta, no tengo límite a la hora de cambiar. No sólo soy un cuerpo en movimiento, este se mueve porque huele, porque toca, porque ve, siente... Necesito enriquecerme con todo eso, y, sobre todo, no limitarme», dice segura.

«Federico según Lorca» muestra a una bailaora en plenitud, pero sobre todo a una coreógrafa en esta desgracia, que lo mismo se arranca por alegrías que coreografía piezas surgidas de los versos más enrevesados. Yerbabuena regala algunos de los momentos más brillantes de este montaje a sus compañeros, a los que exige dominar el taconeo y los giros, que bailan ahora con botas y dos minutos después con zapatillas de ballet. La creadora siente haber llegado a un estado de comunión con sus bailarines, a los que no exige sólo excelencia: «No es la técnica lo que más me impresiona. No se yo hasta qué punto podría convivir con una persona técnicamente perfecta, pero que no fuera buena persona. Por hora y veinte de espectáculo tienes que pasar todo el día con alguien insoportable».

Galardonada con el Premio Nacional de Danza , vitoreada por espectáculos como «Lluvia», Yerbabuena va encontrando su espacio entre un público creciente; sin embargo, lamenta que se penalice la sencillez: «Como a Federico le ocurrió, es muy difícil ser persona cuando empieza a llegarte el reconocimiento en tu carrera, la gente quiere ver a un artista, a una diva. Cuanto más engreída eres, más se te respeta, pero yo sigo creyendo en la humildad».

Descartó asumir riesgos como ponerse al frente de las grandes compañías nacionales porque quiere seguir bailando, pero no deja a un lado, en un futuro próximo, subirse sola al escenario para dejarse acompañar por otras músicas que no huelan a flamenco.


El empujón de Pina Bausch
El acercamiento a la danza contemporánea de Yerbabuena sufrió un empujón definitivo en 2001 cuando empezó a acudir a Wuppertal a los festivales organizados por la coreógrafa junto a figuras como Mikhail Baryshnikov y Sylivie Guillem. «Había algo que no hacía que me sintiera satisfecha, y es que uno no solo carga con los miedos propios, sino con los ajenos», dice. Ella le ayudó a liberarse. «Hay una cosa que tengo siempre presente de ella, que decía: "No me interesa cómo se mueve la gente, sino lo que les conmueve».