Actualidad

Mayor Oreja por Cristina López Schlichting

La Razón
La RazónLa Razón

Hay muchos motivos para interesarse por el cristianismo. Por ejemplo, la preocupación por la felicidad. O el deseo de saber. O el interés de conocerse a uno mismo o conocer mejor a los otros. Lo que nunca hubiese supuesto es que el cristianismo previene la irracionalidad. O sea, que sirve para no volverse loco, en último extremo. El Papa está repitiendo sin parar que la fe en la razón está a punto de desaparecer en Europa. Y que con ella es más que probable que desaparezca la democracia y aparezcan los totalitarismos y sus insensatos postulados. Alrededor de sus mensajes más urgentes se construyó el jueves en Madrid una mesa redonda para presentar la Fundación Valores y Sociedad, que preside Jaime Mayor Oreja. Qué tipo, Mayor Oreja. Tres años lleva dándonos la brasa a un grupo de políticos, profesores y periodistas, subrayando que la crisis es ante todo una crisis moral, una crisis de los valores de Occidente. Por fin hemos escuchado y por fin conseguimos crear un foro en el que el discurso económico no enmascare la preocupación cultural. Me sorprendió la enorme cantidad de gente que acudió al debate protagonizado por Eugenio Nasarre, Edurne Uriarte, Pablo Casado, Andrés Ollero y servidora. Empleamos el tiempo en intentar comprender la afirmación de Benedicto XVI de que, si la democracia tiene sus orígenes en el cristianismo, cabe la posibilidad de que el final del cristianismo suponga también el ocaso de la democracia. Nuestro sistema social y político está fundamentado en una serie de principios (la igualdad entre los hombres, la dignidad del ser humano, los derechos humanos) que no resisten la prueba científica. Que dos hombres son iguales en dignidad no se puede «probar» de manera falsable o medible. Es una afirmación que nace de la fe europea en la razón y de las conclusiones del hombre que piensa. Concretamente de la confluencia de la filosofía griega, el derecho romano y el cristianismo. Ahora bien, en Europa se está imponiendo el positivismo como forma única y excluyente de pensamiento. Y desde el positivismo no hay más acuerdo sobre los derechos humanos que la convención. Todo lo que exceda de este ámbito es irracional. Así que los derechos humanos, por ejemplo, dependen enteramente de la voluntad de la mayoría o la voluntad del poder. Y además ¿por qué ha de ser la mayoría la regla de gobierno, quién lo dice, si nada puede ser probado? He aquí un camino abonado para las dictaduras. El Papa nos insta a recuperar el debate sobre los fundamentos de la racionalidad europea. Y a abrir el pensamiento más allá del estrecho margen del positivismo. De lo contrario, el mundo racional que conocemos corre el riesgo de desaparecer. No es un debate religioso, es un debate de supervivencia cultural. Un debate sobre la posibilidad misma del hombre de conocer lo que le rodea y hacer afirmaciones sobre ello. Un debate, en fin, sobre el futuro de la inteligencia europea.