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OPINIÓN: Country freaks
Quienes pretendan ver algo lejanamente parecido a la realidad andaluza en el vodevil de inspiración televisiva que protagonizan el conde de Salvatierra y los líderes jornaleros, no se han apeado aún del tópico. Esta desventurada región no será, como se anunció en los albores de la autonomía, la California de Europa pero desde luego no es tampoco la caravana friqui compuesta por Martínez de Irujo, Sánchez Gordillo y Cañamero. En realidad, no extraña que el terceto muestre una sintonía total, pues son las dos caras de la falsa moneda que ha podrido el campo andaluz: el propietario desahogado que acapara subvenciones y el sindicalismo vago que sangra al ciudadano, PER mediante. Ni unos ni otros pasarían de tristes anécdotas museísticas en entornos agrícolas adaptados al siglo XXI como el Poniente almeriense, por ejemplo, donde empresas que han invertido en tecnología y trabajadores llegados desde África o el Este europeo han creado una huerta donde antes había un secarral. Ahí no hay sitio para estos nobles trincones y aquellos estalinistas trasnochados de los latifundios sevillanos. Si el sector agrario tiene solución, lo que no está claro, pasa por prescindir de estos personajes más propios de los Álvarez Quintero que de una sociedad desarrollada.
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