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Estanflación

La Razón
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«Vuelven los fantasmas del pasado a molestarme», dice la canción de Obús. Así suena estanflación: un fantasma sin rostro, sin alma y sin nombre que está carcomiendo la osamenta de nuestra economía. Y también la del idioma. Estanflación no existe en español. Es un calco de la voz inglesa «stagflation», palabra compuesta a partir de «stagnation» (estancamiento) e «inflation» (inflación). Comenzó a aplicarse por primera vez en la década de los setenta para indicar la coyuntura económica en la que se produce un estancamiento de la economía y el ritmo de la inflación no cede. Hoy, en el ámbito económico la voz estanflación vuelve a sonar con tanta fuerza como el fantasma en la canción. Y prueba de su vigoroso florecimiento es la metaforización que sufre. Es la palabra maldita y, a pesar de ello, de moda. Es la innombrable, porque da miedo. Todo el mundo alude a ella sin mencionarla, porque traspone a las puertas mismas del infierno en donde una chispa puede incendiarlo todo.

Acronimia fantasmal
En la «Nueva gramática» de la RAE, cuyo tercer volumen se presenta el día 20, estanflación se explica como un fenómeno de acronimia. Consiste en la formación de una nueva palabra a partir de dos preexistentes: la primera aporta el fragmento inicial del significante (una o más sílabas) y la última, el fragmento final del significante. Por ejemplo: «teleñeco» (televisión + muñeco); «ofimática» (oficina + informática). Pero el procedimiento morfológico de la acronimia es una novedad en español y hay lingüistas que aún discrepan sobre la denominación misma. Y, mientras todo continúa su curso, la pregunta seguirá siendo cómo afectará en su día a día la situación actual al consumidor y al usuario del idioma, el fantasma de la estanflación.