Comunidad de Madrid
Aguirre y sus obras por Iñaki Zaragüeta
Es la única política española, incluidos los hombres, que puede vestirse de fallera, colocarse un casco protector, presentarse con unos calcetines o recibir un ramo de flores con una dignidad y elegancia al alcance de casi nadie. Como dice mi amigo Rogelio, eso sólo lo hacen los reyes y las reinas.
Me refiero a la presidenta de la Comunidad de Madrid, la misma de la que, hace poco más de un año (5-9-2011) escribí en mi columna «Desde la periferia»: «Esperanza Aguirre medita su retirada de la primera línea, según me cuenta mi amigo Rogelio, con buenos contactos en el entorno de esta ‘‘Agustina"madrileña, con aspecto exquisito, de seda, y mano de acero». Muchos cronistas han certificado ahora que llevaba pensando su decisión hace un año. ¡Qué casualidad!
Habré hablado con ella diez minutos en una par de ocasiones. He de decir que me impresionó su capacidad de conocimiento, su interés por saber y su familiaridad, su normalidad. Pero me han impactado más sus hechos, sus conductas. Una persona de principios y convicciones, caminante de línea recta. En este sentido, excepcional entre los de su clase, y con el premio del respaldo de sus conciudadanos, entre elecciones de mayoría absoluta, y la fortuna de llevar a su Comunidad a la vanguardia española, un lugar que hasta entonces habían ocupado otras.
Por más que digan, tengo la impresión de que es un viaje de ida. Lo siento. Por eso, quiero cerrar estas líneas como en septiembre de 2011: «Nadie es imprescindible, pero en la grave coyuntura actual de España, más allá de la economía, necesitamos políticos con valor, firmes y fiables. Como tú. Así es la vida».
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