Congreso Extraordinario del PSOE
El maleficio de 2008
Cuando en 2004 José Luis Rodríguez Zapatero alcanzó la Presidencia del Gobierno, ni en sus peores sueños imaginaba una derrota tan rotunda en unos comicios. Pero lo cierto es que la evolución de su partido en la última Legislatura lo hacía cada vez más previsible. La antesala fueron las elecciones catalanas de noviembre de 2010, pero el domingo la debacle alcanzó cifras históricas.
La estabilidad económica con la que llegó al Gobierno en 2004 le permitió cuatro años de alfombra roja para poner en práctica una política progresista que le otorgó gran popularidad. Si en las elecciones generales de 2004 conseguía el 42,59 por ciento de los votos, cuatro años más tarde lograba incluso mejores resultados. Entre medias, las municipales de 2007 donde ya se vislumbraba una reducción de la distancia entre el PP y el PSOE a medida que se acercaban las generales de 2008. De hecho, el PP ganó dichas elecciones por un escaso margen de votos, aunque obtuvo finalmente menos concejales que los socialistas. Finalmente, en las generales y con una campaña en la que los debates televisivos coparon el protagonismo, Zapatero conseguía reeditar Presidencia. Y desde ahí en picado.
Sin atisbo ninguno de cómo abordar la crisis económica, Zapatero se fue ahogando poco a poco con ella. Y con él su partido. Las elecciones europeas de 2009 suponían ya la primera derrota de los socialistas desde el año 2000. Si se le suman los incesantes recortes a funcionarios y pensionistas y prohibiciones de todo tipo en políticas sociales, su popularidad cayó por los suelos. Sus barones le empujaron a que anunciara su renuncia, por si ello pudiera ayudar a atenuar el descalabro socialista. Nada más lejos de la realidad. Los españoles dictaban sentencia el domingo. No le perdonaban ni su actuación al frente de la crisis ni los incesantes recortes de libertades. Y aunque no le votaran a él, arrastraban a su partido, el PSOE, hasta su peor resultado de siempre en unas municipales.
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