Comunidad de Madrid
Clubes de fumadores último asilo del cigarro
Algunas asociaciones y locales de ocio buscan los resquicios legales de la reforma de la Ley Antitabaco.
La tramitación de la reforma de la Ley Antitabaco, que impondrá la prohibición total al consumo de tabaco en el interior de locales cerrados de uso público, agudiza el ingenio de los fumadores, que escudriñan los resquicios legales para sobrevivir en un mundo libre de humos sin tener que encerrarse en sus casas o emigrar. «Restaurantes y bares no se pueden convertir en clubes de fumadores de forma íntegra, ya que son asociaciones sin ánimo de lucro», explican fuentes del sector tabaquero que piden el anonimato ante el temor de que Sanidad «vaya contra nosotros». Sin embargo, existe la posibilidad de habilitar, dentro de un local lo suficientemente grande, una «sala para fumadores», separada físicamente del resto. Se tendría que advertir de que es sólo para socios y no estarían autorizados a ofrecer ningún servicio dentro, aunque «los clientes quizá podrían pedir el café en la barra y entrar después a la sala», sugieren las fuentes. Ese resquicio legal, esa rendija a través de la cual el humo de puros y cigarrillos aún podría encontrar una mínima vía de escape, entraña el riesgo, sin embargo, de que «las quejas de los antitabaquistas» acaben por prohibirlos y «se lleven por delante los clubes». Mientras los locales de ocio se rebanan los sesos para no perder a la fiel clientela fumadora cuando, según las previsiones del Gobierno, se imponga el veto total en enero próximo, los clubes de fumadores ya existentes apuran sus habanos entre la expectación y el escepticismo. Con la actual ley, «ya nos dijeron que no podríamos fumar en restaurantes, pero la presidenta de la Comunidad de Madrid, Esperanza Aguirre, abrió la mano y aquí nos tienes», asegura Manuel Gutiérrez, vicepresidente del Club de los 100 Puros, uno de los más prestigiosos de España. En efecto, en Madrid y otras comunidades se fuma en casi todos los locales, al menos en los de menos de 100 metros, cuyos responsables pueden elegir si lo permiten o no. La mayoría cuelga el cartel de «En este establecimiento está permitido fumar». A partir de enero lo tendrán que cambiar por el de «Espacio libre de humo».Gutiérrez pertenece desde hace décadas a un club integrado por amantes del tabaco procedentes del mundo de la empresa, la cultura o la diplomacia. «Detrás de cada fumador de puros hay un gran amante del vino, de la gastronomía, de la vida al fin y al cabo». Su local social es una gran sala reservada del Hotel Pullman Madrid Airport & Feria, donde celebran varias cenas al año. Sus reuniones se convierten en toda una oda al puro. Primero, uno pequeño de aperitivo, «muy agradable, con tonos de toffee y cierto amargor», explica sin disimulado deleite el periodista Ángel Antonio García Muñoz, uno de los mayores expertos catadores de cigarros de nuestro país y asiduo a las reuniones de los 100 Puros. De postre, un Vegas Robaina de porte imponente y que dura encendido más de una hora. Fuman y viven despacio, disfrutando y degustando cada calada, y buscando «la tolerancia necesaria para una convivencia en paz», dice por su parte el también socio Diego Ortiz, realizador de cine que ha filmado una serie de vídeos en los que se recrean «situaciones reales». En ellos, no fumadores inflexibles se niegan a «aguantar» el humo de la mesa de al lado, mientras que los «sí fumadores» «se tienen que tragar el tubo de escape de los coches de los otros, sus ruidos y los de sus niños sin poder rechistar».En Irlanda, el primer país europeo que impuso la prohibición total (sólo Chipre y, ahora también Reino Unido vetan el tabaco en locales públicos), los hosteleros han encontrado fórmulas que les permiten sortear en cierto modo la rigidez legislativa. La clave está en las terrazas. Si el espacio tiene paredes pero no techo, se puede fumar. Si tiene techo, al menos la mitad de los laterales tienen que estar totalmente abiertos. En España sólo se podrá fumar al aire libre, lo que incluye terrazas... sin acristalar. «El borrador de la ley –que sólo hace referencia a habitaciones de hotel ventiladas aparte, cárceles e instituciones psiquiátricas como lugares donde se podrá encender un cigarrillo sin tener que salir del edificio– no lo define con claridad», aseguran las fuentes. «La futura ley es ambigua, es peor que la irlandesa, la más dura», añaden. ¿Qué pasará entonces con los clubes? Algunos se plantean alquilar un local que se convierta en sede social durante una noche. Los socios acreditados tendrían acceso exclusivo. «Sólo podrán evitarlo prohibiendo los propios clubes», aventuran. La tolerancia social para con el humo se consume, a pesar de que los fumadores son conscientes desde hace años de que no pueden encender un habano cepo 52 (los de mayor tamaño, dos centímetros de grosor y sendas horas para poder apurarlo) dentro de un local abarrotado, menos aún en un restaurante donde hay gente comiendo.
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