Estados Unidos
La mala diplomacia
SSeñalaba en mi última entrega el error de juicio que sufren no pocos compatriotas que se acercan a estas increíbles tierras. Permítaseme decir que no son los únicos que incurren en dislates. Que India es una gran potencia no admite la menor duda para cualquiera que se haya molestado en visitarla y reflexionar sobre la realidad o para el que haya examinado los datos objetivos. No sólo eso. India, por su población, por su ejército y por su riqueza, es un importante contrapeso a dos de las grandes amenazas contra la libertad futura que ahora mismo existen en el globo. La primera es el islam y la segunda, la República Popular china aún gobernada por una dictadura del partido comunista. Dado que India tiene vocación de democracia y, con todas las objeciones que se quieran presentar, cuenta con un sistema parlamentario inspirado en el británico, cualquier persona con sentido común supondría que las potencias occidentales, con Estados Unidos a la cabeza, la cortejan como aliado de primer orden. La realidad es exactamente opuesta. De manera comprensible, pero, desde luego, equivocada, Estados Unidos ha apostado en los últimos años por una alianza con Pakistán, una nación de dudosa lealtad, en la que Occidente no es popular y en la que se da cobijo a terroristas islámicos como un tan Osama Bin Laden al que, sin duda alguna, muchos de ustedes recordarán. El resultado directo de semejante torpeza diplomática – en la que no sólo ha incidido Estados Unidos– es que India y los indios se sienten mucho más atraídos hacia otras alianzas. La principal es la mantenida con Rusia. Durante la guerra fría, India se negó a formar parte del bloque soviético, pero mantuvo unas relaciones notables con la Unión soviética que estaba más que dispuesta a ayudarla en posibles conflictos con Pakistán y China. De esa época, los indios guardan los mejores recuerdos y sobre ellos la diplomacia rusa ha conseguido avanzar donde no lo ha logrado la estadounidense. Para los indios, los rusos son los amigos de piel blanca que no tienen a las espaldas el pasado imperialista de los británicos ni tampoco el despiste imperdonable de los norteamericanos. Son aliados que hasta la fecha no han dejado de dar sin que hayan reclamado a cambio nada incómodo o imposible de aceptar. Por el contrario, norteamericanos y británicos han errado una y otra vez cerrando los ojos a lo que pueden hacer ciertos musulmanes para así enfrentarse con otros seguidores de Mahoma distintos. Se puede decir lo que se quiera de la política seguida por Obama – y por quien no es Obama– de cara al islam, pero las consecuencias en esta parte del mundo difícilmente podrían resultar peores para Occidente. Al que escribe estas líneas le gustaría equivocarse, pero todo hace pensar que la guerra de Afganistán, guerra negada cerrilmente por ZP y Chacón, concluirá con una derrota y una retirada; que las relaciones con la India se habrán deteriorado cuando podían haber mejorado y que Rusia se encontrará en una situación más fuerte que hace dos décadas, pero es que, como decía hace unos días un indio: «Los Estados Unidos son una nación muy avanzada, pero ¿cómo se les ha ocurrido aliarse con una nación tan poco recomendable como Pakistán?». Lo dicho. No sólo los turistas españoles se equivocan...
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