Europa

Crítica de libros

Lo que nos toca vivir por Enrique LÓPEZ

La Razón
La RazónLa Razón

Dicen que la verdad supone la justicia, pero también se dice que la verdad supone conocimiento y sobre todo comprensión. Mas lo que acontece hoy es que se conoce mucho, tenemos un exceso de información, pero hay muy poca comprensión y entendimiento. El verdadero problema está en identificar la verdad, algo que para muchos es lo aparente, lo obvio, hoy en día trasformado en lo publicado. En un mundo regido por el espectáculo, la verdad se confunde siempre con lo expuesto públicamente por aquel en quien más confiamos, lo cual, referido a los medios de comunicación, nos lleva a buscar el análisis en los medios más afines. Es todo un ejercicio de investigación pronosticar qué hubiera concluido Descartes si hubiese imaginado un mundo regido por los medios de comunicación, donde lo que importa es la opinión pública, que, por lo general, coincide con la opinión publicada. Decía Descartes que incluso la seguridad en los datos sensibles inmediatos también puede ser puesta en duda, dado que ni siquiera podemos distinguir con claridad la vigilia del sueño. «Esta incapacidad de distinguir el sueño de la vigilia, por exagerada que me parezca, ha de conducirme no sólo a extender la duda a todo lo sensible, sino también al ámbito de mis pensamientos, comprendiendo las operaciones más intelectuales que, en absoluto, parecen derivar de los sentidos». Ahora bien, el espectáculo en el que estamos inmersos sólo es contemplado en la medida en que tiene un sentido, de tal manera que su aparición está unida de forma indisoluble a su significación. Esto es, por su mera aparición se convierte en puramente objetivo, si bien esta objetividad en muchos casos no pasa de convertir la noticia aparecida en mero objeto que encuentra su finalidad práctica en su sentido. Pero, a veces, se está tan apartado no sólo de la verdad, sino de la mera realidad, que hace que uno prefiera un mundo donde la regla general sea el silencio. Pero no podemos caer en este desánimo. La libertad de expresión y sobre todo de opinión es esencial en la democracia, pero no su esencia. La esencia en una Democracia, como en todo en la vida, es el ser humano, su personalidad, su desarrollo y sus derechos fundamentales, generando obligaciones frente a todos. A esas alturas del artículo, es bueno preguntarse qué se pretende con este rollo: nada, un mero desahogo de un espectador inmerso en un espectáculo lleno de noticias, opiniones, que a veces te obligan a plantear un mundo silencioso como un mundo ideal. Pero la vida sigue y hay que combatir la mentira, las verdades a medias y la capciosidad. Hoy vivimos en un mundo de espejos, en el que nadie quiere ser visto directamente, y así poder evitar ataques directos. Los que trabajamos en el mundo de la Justicia en una de sus acepciones mas importantes, hacer justicia, tenemos como finalidad y objetivo buscar la verdad para acercarnos precisamente a lo más justo. Sin embargo, a veces no es tan fácil encontrar esa verdad y ello produce resultados que, siendo necesarias consecuencias legales, se apartan de lo justo; esto es duro, pero inevitable. Lo peor se produce cuando se genera en la opinión pública una apariencia de resultado justo, sencillamente porque desde determinados medios de poder, y a otra través de medios de comunicación, así se presenta, de tal suerte que adoptar una u otra decisión se presenta como un error o un acierto, como algo justo o injusto, y de esta manera se genera en la opinión pública una sensación de error o desacierto, de tremendo fallo o de éxito. Pero aun así, cuando esto se hace desde una creencia aunque sea errónea, es soportable, aunque doloroso, pero lo tremendamente injusto es cuando se hace por puro interés táctico, sencillamente porque interesa en ese momento tomar esta u otra postura. Hoy vivimos una cultura del espectáculo que hace que todo sea medido y valorado en función del denominado interés social, lo cual provoca que dediquemos esfuerzos en solucionar problemas mínimos, pero espectaculares, y abandonemos la solución de problemas serios e importantes. En un momento como el actual estamos para pocos espectáculos y, al contrario, deberíamos centrarnos en lo que importa de verdad, en lo crucial. Soy consciente de que un artículo de opinión, si no está unido a un hecho en concreto, es difícil, pero a veces es necesario trascender y elevarse del hecho puntual para poder analizar con perspectiva. Estoy convencido de que si muchos lo hicieran, por ejemplo los ensoñadores nacionalistas, se darían cuenta, si no lo han hecho, de los errores que están cometiendo. Con sus egoísmos políticos están arrastrando a una sociedad a algo que si realmente pudieran analizar lo rechazarían. El populismo es fácil y ramplón, pero la frivolidad más. Los cambios de fronteras en Europa siempre han costado muchas vidas; qué mal se concilia el localismo con la universalidad.