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Lágrimas de madre por Cristina López Schlichting

La Razón
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Me dicen que la madre de Marta del Castillo, Eva, está en su habitación llorando amargamente después de conocer la sentencia del caso. Sólo uno de los cinco imputados, Miguel Carcaño, carga con el mochuelo, cuando es evidente que no pudo deshacerse a solas del cuerpo. Tanto Samuel como «El Cuco» habían confesado su participación en el crimen ante la Policía en varias ocasiones. Luego lo han negado ante el juez. Los han absuelto ¿No sirve lo que se firma en comisaría? ¿Para qué vale el trabajo policial? Al profano todas estas dudas le sacuden la mente y el corazón. Como si de un extraño consuelo se tratase, el juez ha autorizado ahora una nueva búsqueda del cuerpo de la niña. Digo «ahora» porque los expertos no albergan grandes esperanzas sobre los resultados e incluso insinúan que puede tratarse de un «premio de consolación» para la familia. Algo así como dar una «buena» y una «mala» noticia a la vez. Mientras se difunde el contenido de la sentencia de Miguel Carcaño, pienso en Eva en su dormitorio. No cabe dolor más grande. Frente a las madres destrozadas por el asesinato de un hijo sólo cabe rezar a la Dolorosa. Esa madre joven, con el cuerpo destrozado sobre las rodillas, es un signo extraño. ¿Por qué el máximo dolor humano coincide con el máximo misterio religioso? ¿Por qué matan al Salvador ignominiosamente? ¿Por qué es su Madre la compañía de los hombres en el trance peor? Que María haga lo que no puedo yo.