Moscú
Los Falcao
El delantero goleador, salvo gloriosas excepciones, no es un artista. Es artesano. En todos los grandes equipos hay historias de jugadores que sin alcanzar el canto poético se han ganado el reconocimiento en prosa. Para suplir la carencia del ingenio se recurre a ponderar la pertenencia a la estirpe de los que saben estar a tiempo en el lugar adecuado. Ocurrió en Roma. Tiro lejano y Courtois no sujeta el balón. Klose, que había olido el gol, marcó.
Estaba Adrián a la espera, pese a que no pertenece al estilo tradicional, le llegó el balón que tocó de cabeza Falcao e hizo el empate. Diego Ribas tiró a gol y el balón le salió desviado, pero allí estaba al quite el matador Falcao y consiguió el segundo tanto atlético. No se contentó el futbolista colombiano con ello y sentenció con su segunda ocasión aprovechada. Estaba en el sitio.
Antes, en Moscú donde hizo su aparición el general invierno, «Messi» Susaeta hizo la jugada de la noche y allí estaba de guardia Iker Muniain. Los partidos, habitualmente, aunque también hay excepciones, se ganan practicando mejor fútbol que el contrario. Con el mejor manejo del balón se construyen jugadas cuyo objetivo final es el gol. Muchas veces la diana no llega como consecuencia de la jugada bien ligada, sino por la reacción oportuna del delantero, como Miroslav Klose o Falcao, en cuyas cabezas no hay otra idea que no sea la de aprovechar la ocasión.
En el Olímpico de Roma, el triunfo llegó por la presencia del hombre gol y sobre todo, por el dominio del juego del conjunto rojiblanco. Este Atlético, sí.
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