Murcia
OPINIÓN: Nuevo y repetido
Antes de escribir esta columna he tenido que mirar el histórico del ordenador para no repetirme. Y es que soy consciente de que cada año escribo lo mismo después de ir a ARCO: que es un lugar al que se va a comprar, pero que mucha lo confunde con una macro-exposición, que si hay que ir se va, pero ir para nada es tontería, o que en el fondo uno no deja nunca de ir porque es una manera de hacerse cargo de por dónde van los tiros en el mundo del arte contemporáneo.
Lo curioso de todo, sin embargo, es que los tiros van siempre por el mismo sitio –al menos en cuestiones artísticas, que a veces nada tienen que ver con las cuestiones de mercado–. Un mismo sitio que en el fondo se sustancia en que los artistas quieren hacer cosas nuevas y cosas viejas. Me explico: cosas nuevas, que impacten o supongan un «avance» desde lo anterior –desde «su» anterior–; y cosas viejas, que no se alejen demasiado de lo que han hecho hasta ese momento, no vaya a ser que la gente deje reconocer su «estilo» –o mejor, habría que decir, su «marca»–.
Esta es una de las condiciones del arte contemporáneo, esa pulsión de novedad que al mismo esconde una pulsión de repetición. Hacer lo nuevo, pero lo nuevo dentro de lo que ya se había hecho. Es decir, trabajar casi a través del régimen de obsolescencia programada del capitalismo avanzado, creando una constante evolución pero ofreciendo al final el mismo producto. Muy pocos son los artistas que escapan a esa lógica. Y los que lo hacen corren el peligro de que el mercado no reconozca sus productos –porque han cambiado demasiado– o que deje de interesarse en ellos –porque no han cambiado lo suficiente–. Repetirse o morir, renovarse o morir. Pura contradicción.
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