España
Iglesia viva
Es la red asistencial más importante del país. Lo ha dicho la Iglesia al presentar su memoria económica anual. Y es verdad. Pero también es la red educativa fundamental, al margen de los numerosos colegios confesionales. Me refiero a que en las catequesis de las parroquias siguen recibiendo los principios morales básicos la inmensa mayoría de los niños y adolescentes españoles. ¿Y qué decir del elemento cultural? España es rica en monumentos, pero en muchos lugares lo único que hay para ver es el templo católico y en otros eso es lo principal, lo cual tiene su importancia para una nación cuyo principal negocio es el turismo. Los «indignados» gritaban hace días en Sol: «Más empleo fijo y menos crucifijos», como si ambas cosas fueran antagónicas. Quizá alguno de ellos venga de una de esas familias –un millón– que está siendo alimentada por los seguidores del Crucificado –las colectas para los pobres han aumentado su recaudación, mientras que las normales disminuían–, o han estudiado con una beca en un colegio católico, y lo ha olvidado. No se trata de elegir, como dijo una vez Zapatero, entre religión y gimnasia. Se trata de que, tal y como están las cosas, lo único que sigue vertebrando a este país es la Iglesia católica e intentar destruirla con una política laicista es no sólo cortar sus raíces sino dinamitar su futuro. Gracias a Dios, los católicos existimos y ha pasado la hora del complejo de inferioridad. El futuro, les guste o no, es nuestro, porque ellos no tienen nada que ofrecer.
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