Moscú

Picasso regresa al Prado

La pinacoteca exhibe «La acróbata de la bola», un lienzo de la época rosa que no salía de Rusia desde hacía 40 años

«La acróbata de la bola» es una obra de la época rosa de Picasso
«La acróbata de la bola» es una obra de la época rosa de Picassolarazon

La musa del artista es el entorno. Lo que tiene a mano. La inspiración jamás se encuentra en el despacho/taller del creador, sino en las inmediaciones que se frecuentan, en la tasca de los almuerzos, en los bares en los que se hace madrugada. La musa no tiene nada de tímida y asustadiza. Es callejera, mundana y libre. Picasso, antes de alumbrar ese mundo poliédrico, de aristas, que es el cubismo, pasó por dos etapas.

Melancolía
Una época azul, que era de una acentuada melancolía parisina, de marginados y bebedores de absenta, y otra, llamada rosa, más optimista y alegre, durante la cual creó «La acróbata de la bola», que es una tela que proviene de la observación, de su contacto con el mundo circense, y que tampoco es que invite a la fiesta. El Museo del Prado exhibe ahora este trabajo dentro de su programa «La obra invitada» y coincide en la pinacoteca con el «Descendimiento», de Caravaggio. Es la primera vez que el Museo Pushkin de Moscú, que conserva este lienzo desde 1948, presta esta pintura desde hace cuarenta años. No había salido de rusia desde 1971 y jamás se había presentado con anterioridad en España. Es un cuadro elegante, de equilibrios, que proviene de la afición de Picasso por el circo. Desde 1904, el artista había recobrado el hábito de acudir a este espectáculo como otros colegas coetáneos que venían de las aguas del impresionismo. Asistía al Circo Medrano, que estaba próximo a su estudio en Mortmatre, y aprovechó aquellas figuras en equilibrio consigo mismas para reflexionar acerca de la condición del creador, de los errabundajes y pensamientos que cercan su fantasía. En esta obra puede observarse los contrapesos de su balanza pictórica. Por un lado, la imaginación, que es el torrente del que bebe la fantasía, y, por otro, la serenidad, la autoexigencia, el rigor de unos planteamientos que le alejaban del pasado y le empujaban a un futuro que le convertirían en un rupturista, en un modernizador. Después de él, todo estaría teñido de cierto aire a siglo XIX. «Picasso no es sólo un pintor –ha declarado Irina Antónova, responsable del Museo Pushkin–. Es un reformador, una figura en torno a la que se concentró ese paso grandioso y dramático, la transición radical que también representó la Vanguardia de Rusia».


Aventura de un cuadro
La pintura de un cuadro no acumula sólo capas de pintura. También arrastra sus capas temporales, que son las que dan la historia. Detrás de una obra maestra hay muchas vicisitudes. Este trabajo de Picasso estuvo primero en manos de Gertrude Stein. Después pasó a la galería de Daniel-Henry Kahnweilrt y cayó en la colección de Ivan Morozov. La Revolución rusa lo llevó hasta el Museo Pushkin.


- Dónde: Museo del Prado
- Cuándo: hasta el 18 de diciembre.
- Cuánto: 10 euros