Energía nuclear
Miedo al agua a la comida a las réplicas
La mejora de la situación en la central de Fukushima Dai-ichi fue sólo un suspiro de alivio en medio de un mar de temores: a la reconstrucción del país tras el terremoto y el tsunami se suma la creciente preocupación por la radiactividad detectada en algunos alimentos y en el suministro de agua de cinco prefecturas japonesas.
El portavoz del Gobierno nipón, Yukio Edano, confirmó ayer que la leche procedente de cuatro localidades de la provincia de Fukushima presentaba niveles de yodo radiactivo por encima de lo permitido (el día anterior ya se había retirado una partida producida a 30 kilómetros de la central), del mismo modo que algunos lotes de espinacas de la vecina Ibaraki estaban alterados por la misma sustancia. Ninguna de ellas llegó a comercializarse, pero el fantasma de la contaminación alimentaria ya estaba servido: la producción agrícola y ganadera de la zona podría verse afectada aun fuera del perímetro de 30 kilómetros establecido. Además, la alerta por la presencia de radiactividad en el agua corriente de Tokio corrió como la pólvora por la red social Twitter durante todo el día de ayer, a pesar de que el portavoz del Gobierno llamara a la calma, asegurando que no existía un «riesgo inmediato» para la salud. Esta nueva amenaza, sumada a las numerosas réplicas del terremoto que sacuden el país desde hace diez días –más de 600, aunque ninguna excesivamente grave–, mantienen despierta en el país una inquietud que no ha conseguido diluir la estabilización de la planta nuclear.
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