Estreno
Un pasado que va directo a la yugular
Los protagonistas de las francesas «A moi seule» y «Aujourd hui», ambas a competición, intentan saldar cuentas con su pasado. En la película de Frédéric Videau, una joven que ha compartido ocho de sus dieciocho años con su secuestrador, debe aprender a adaptarse a una realidad cotidiana que le resulta hostil. En la de Alain Gomis, un hombre al que le queda un día de vida visita a amigos y familiares para reconciliarse con la persona que ha sido. Aunque de planteamiento y estilo muy distintos, los dos filmes demuestran que el pasado siempre acaba mordiéndonos la yugular.
«A moi seule» parece jugar a ser un Haneke hiperrealista, casi documental, pero fracasa porque no sabe muy bien qué contar. A Videau le interesa el proceso de reinserción de esta chica, pero también siente la necesidad de satisfacer la curiosidad del espectador enseñándole su vida en cautiverio. El personaje del secuestrador apenas está desarrollado, y ella, que durante todo el filme cumple el papel de pantalla sobre el que se proyectan los miedos de sus allegados –el padre, la madre, el amigo-, accede a empezar de nuevo, a reinventarse como persona, por exigencias del guión. Es como si, al reducir todo psicologismo de una situación tan extrema, la película no supiera a qué clavo agarrarse. «Aujourd hui» evoca el cine etnográfico de Jean Rouch en su fidelidad a los mitos orales africanos, en la contemplación de sus rituales funerarios, en su naturalismo a la vez desnudo y fabulatorio. Sin embargo, se equivoca pensando que pegarse a un personaje o ver a través de sus ojos es suficiente para hacerlo interesante. No hay nada en la vida de Satché (interpretado por el actor y músico americano Saul Williams) que resulte singular. ¿Por qué, entonces, lo ha de ser su muerte?
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