Noruega

Oslo: el hechizo del frío

Aunque las recomendaciones nos sugieran visitar la capital noruega en primavera o verano, el encanto de Oslo se multiplica cuando el frío hace acto de presencia. Bien abrigados, el fiordo nevado o el mítico trampolín de Holmenkollen resultan, si cabe, aún más impresionantes 

El hechizo del frío
El hechizo del fríolarazon

Viajar a Oslo supone, además del descubrimiento de una ciudad, empaparse de una mentalidad nórdica. De la puntualidad en los trasportes, del respeto al conciudadano y, en cierta manera, del famoso «estado de bienestar». Noruega es un país tranquilo, pacífico y tremendamente hospitalario con el viajero.
Hay destinos donde es difícil descubrir el corazón de la ciudad por estar disperso entre varios lugares. En Oslo no hay pérdida. La calle Karl-Johäns es la arteria de esta capital. Une el Palacio Real y la Estación Central y es la más bulliciosa de sus vías, en una urbe donde los ruidos son casi extraños. Aquí están las principales tiendas de moda, el Parlamento, la Ópera y parte de la universidad, por lo que un paseo por aquí nos permite empaparnos de la esencia y de la vida diaria que se respira en la ciudad.

Una Ópera de hielo
A primera vista, este subtítulo puede parecer algo exagerado, pero no lo es cuando admiramos esta impresionante obra de arquitectura que tantos galardones a nivel mundial ha cosechado. La ópera de Oslo no es, efectivamente, de hielo. Sin embargo, su insólito diseño nace de una idea muy original: pretender que este edificio sea como un gran témpano de hielo que emerge de las aguas del fiordo. Y, de verdad, lo consigue. Tanto que, a pesar de ciertas críticas iniciales sobre la cuantía del proyecto, lo cierto es que la Ópera es ahora una parte esencial de la ciudad. De manera que este gran espacio cultural se utiliza no sólo para representaciones de obras clásicas, sino para una gran variedad de eventos culturales, dotando a Oslo de un inigualable espacio artístico.
Existe una arcaica imagen preconcebida por la que una escapada a Oslo, debido a la latitud en que se encuentra, es más recomendable en primavera y en verano. Pero nada más lejos de la realidad, pues Oslo nevado irradia una inigualable belleza. En la retina queda grabada la estampa de un fiordo donde el mar está cubierto por un casi impoluto manto blanco de hielo que sólo parece atreverse a romper algún ferry a su paso. Por esta razón, hay que huir de esas ideas generalizadas y atreverse a conocer también otra faceta, aunque diferente, pero igual de cautivadora. Cuando me preguntan sobre la oportunidad de viajar a Oslo en invierno contesto: ¿y por qué no?
Viajar, en ocasiones, es sinónimo de descubrimiento y asombro. Pues bien, junto a los clásicos hitos turísticos (el Palacio Real, el museo de los barcos vikingos, el parque de Vigeland, el castillo medieval...) hay la posibilidad de descubrir otro Oslo. En este caso, el Oslo de las esculturas.
 
Entre esculturas
En alguna ocasión me he atrevido a calificar la capital noruega como la ciudad de las esculturas. Razones no faltan. Con independencia del famoso y visitado parque Vigeland (el más conocido de Noruega), el paseo por Oslo es un continuo descubrimiento de esculturas. Buen ejemplo de ello es el gran felino que parece custodiar la puerta de la Estación Central de trenes (junto a la oficina de turismo) o las que rodean el edificio del Ayuntamiento.
Y ya que recorremos la urbe acompañados del frío que nos adelanta el próximo invierno, no hay que pasar por alto la visita al trampolín de Holmenkollen. Se encuentra en la parte más alta de Oslo y, en la actualidad, es el más moderno trampolín de saltos de esquí del mundo. Es muy aconsejable subir por un ascensor hasta lo alto para divisar toda la ciudad y el fiordo. El ascenso merece la pena, pues desde aquí obtenemos, quizás, las más bonitas vistas de la ciudad. Para sacar el máximo partido al ascenso, hay que adentrarse en el museo del esquí, situado justo dentro del trampolín. A principios del año 2011 fue la sede de los campeonatos mundiales de esquí nórdico. Y si el viajero quiere probar suerte, apenas a media hora del centro de Oslo se encuentra el Parque de Invierno Tryvann, un regalo para los amantes de los deportes blancos.