Roma
Alea Jacta est
Lo hecho, hecho está. Seguimos siendo, un año más, abonados de Las Ventas para lo poco bueno y para todo lo malo. Los días corren inexorablemente y ya estamos, como César después de cruzar el Rubicón, en los aledaños de la capital del imperio, habiendo incumplido todas las órdenes de sensatez que nos habían hecho llegar desde Roma. Hemos pecado nuevamente y hemos pasado por taquilla, empujados por ese masoquismo que seguramente debemos llevar en los poros.ExcusasEn los mentideros ya se escuchan falsas justificaciones de siempre: «Aquí se está mejor que en casa», «así la parienta me deja un rato en paz» etc, etc... todas de peso y, por supuesto, todas reflejo de una afición taurina inquebrantable.Conoceremos a los nuevos vecinos. Los de siempre, más bien los de entonces, habrán regalado, un año más, sus entradas esta vez a los hijos del portero de la casa de su tía o a los vecinos de un compañero de la cola del paro. Volveremos a escuchar aplausos a los alguacilillos, aguantaremos a los grandes comedores de pipas y asistiremos perplejos a innumerables y absurdas peticiones de orejas. Para perdérselo.Ojalá me equivoque y me tenga que tragar mis palabras. Que dios reparta suerte; la vamos a necesitar.
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