Nueva York
Aluniceros el semillero del mal
LOS LADRONES siempre van a lo mismo: el local más fácil de robar en el barrio más aislado y desprotegido
El alunicero no es un pequeño delincuente que practica un pequeño delito, sino un tipo violento que inicia una carrera hacia lo peor del crimen. Con ellos sirve la teología de Rudolph Giuliani, ex alcalde de Nueva York: no dar tregua al pequeño delito. Es el que mayor inseguridad provoca, el que más molesta al ciudadano y el que provee de militantes a la delincuencia organizada. Los aluniceros son los peritos en lunas, pero no como en la obra de Miguel Hernández, sino a lo bruto: asaltan tiendas con coches robados embistiendo los cristales o las puertas de cristal. Su especialidad son las joyerías, las perfumerías y, últimamente, las hamburgueserías y las ópticas. En Madrid, las bandas no cesan en un actividad frenética: en cuatro días, cuatro asaltos. Las perfumerías, muy golosas Y, mientras, los vecinos espían por las ventanas, tras las persianas a medio echar. A las cinco de la mañana un coche había roto el frontal de la perfumería Eliris, en la calle Alonso Cano. Una vez más, la tercera vez en dos meses, los curiosos podían ver la impresionante escena: el vehículo levantando el cierre. Eran dos individuos, muy rápidos, muy seguros. Uno dirigía la maniobra a pie, mientras el conductor aceleraba. Las perfumerías son golosas porque hay productos de grandes marcas, caros y de escaso volumen. En esta perfumería se han extremado las medidas de seguridad, de modo que sólo pudieron llevarse calderilla; y las otras dos veces, directamente, nada. Pero ocasionaron un gran destrozo. Lo peor, la alarma vecinal, la sensación de miedo e inseguridad. Una variante de este tipo de robos es los que llevan a cabo los delincuentes armados con mazas. Como los que la emprendieron a golpes también de madrugada con una óptica en el distrito de Arganzuela, como siempre encapuchados con pasamontañas. Esta vez se trataba de una banda numerosa: seis componentes, aprendices de crímenes mayores, flor de la delincuencia. El botín fue sustancioso: se llevaron gafas de grandes marcas por un valor de 5.000 euros. Un buen pellizco. En otra zona de Madrid, en el barrio de Las Tablas, los vecinos no ocultan su enfado. Se encuentran solos y abandonados. Al parecer con un solo coche patrulla para toda la zona. La delegada del Gobierno no acaba de cumplir su promesa de dotar este sitio de nueva construcción con una comisaría. Mientras tanto los castigados vecinos reaccionan por su cuenta: incluso se atreven a insultar a los aluniceros, a gritarles y tirarles objetos. En uno de los últimos intentos de robo, esta vez abortado, les arrojaron platos como en una boda griega. Otra vez de noche, poco antes de las doce, en una solitaria avenida de Las Tablas, una banda de tres asaltantes, con el atuendo de camuflaje habitual se detuvieron junto a la óptica Ares, bajaron del vehículo y se hicieron con las pesadas tapas de hierro de las alcantarillas. Empuñando las mismas golpearon la luna del escaparate, que destrozaron pero no consiguieron abrir porque dentro había una reja de protección. Mientras tanto, los vecinos que se habían alertado con el ruido intentaron espantar a los casos: gritos, insultos y media vajilla por la ventana. La óptica de las alcantarillas ha soportado tres asaltos y un intento en un año de actividad. Los aluniceros son persistentes y aunque no se trate de los mismos ladrones, todos eligen lo mismo: el local más aislado, en el barrio más desprotegido, lo más fácil de robar.
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