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Bajó bajó

La Razón
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Decidido a demostrar que él tiene propuestas y conoce el paño, Mayor Oreja se sacó de la manga el lunes, en el debate, lo que llamó «plan de empleabilidad». Toma palabro. Podría haber dicho «plan de voluptuosa obtusidad» y hubiera dado lo mismo.
Era una percha de la que colgar el dato que más duele, los cuatro millones de parados que, según el INE, ahora son tres millones seiscientos mil. Deslumbrados por la numérica, tantos ya parecen menos. Me alegro por aquéllos que han salido de la lista. No hay cohetes que tirar, pero algo es algo.
–Bajó el paro, ¡bajó!
–Ya, pero sigue estando alto.
–Sí, pero bajó. ¡Bajó!
–El empleo nuevo es temporal, caduco, efímero como el plan E.
–De acuerdo, pero bajó.
–Es que se inventan cursos para maquillar las cifras, manipulan la estadística, tuercen los datos.
–Al juzgado con las pruebas entonces, pero entretanto, oiga, ¡bajó!
–Es flor de un día.
–Mejor una flor que un cardo.
–Es trabajo en la construcción, ¿dónde está la economía verde, el cambio de modelo, las energías renovables?
–Vale, ahí le ha dado. Pero no olvidé que bajó.
–¿Por qué no? Quiero olvidarlo.
La campaña electoral prescindible y anacrónica se va acabando. Los partidos rehúyen los argumentos, orillan los datos. Llenan sus mítines y sus debates de clichés, soflamas, medias verdades, falsedades completas, sandeces, insultos a la inteligencia y exageraciones de todo a cien. López Aguilar llama nostálgico a Mayor Oreja mientras él se instala en el pasado desempolvando episodios marchitos con los que establecer comparaciones raras. Mayor Oreja deja sin respuesta la pregunta acerada que le lanza el rival: ¿hay algo de la España actual que a usted le guste? Silencio administrativo. Tal vez no hay nada. El Parlamento europeo no interesa ni al tato. Aguilar ha aprendido en dos tardes cuatro nociones básicas. Mayor lleva allí cinco años y es evidente que no le vuelve loco. En cuatro días termina su minuto de gloria. Nadie hablará de ellos cuando sean eurodiputados.