España

Compromiso con la sociedad

La Razón
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A nadie le cabe duda de que estamos atravesando una de las peores situaciones económicas, y que además en España lo está siendo de una forma intensa y grave; situaciones como éstas, no son ni las primeras ni las últimas, pero en lo que se convierten por sí mismas, es en inesperados retos para una sociedad y para sus responsables. Estas crisis total, económica, de modelo y, sobre todo, como ocurre en España, institucional, exige a los responsables de toda índole, un mayor compromiso con la ciudadanía, una mayor implicación, una inquebrantable lealtad y sobre todo entender el bien común como único objetivo final. Es el momento en el que deben ceder las ideologías, las banderías internas, las ansias de imponer modelos propios a la sociedad, es el momento de no generar más tensión añadida a las gentes, sometiéndolas a debates que en nada ayudan a lo importante. Es el momento de ceder al egoísmo, a olvidar el todo vale para ganar unas elecciones, y pensar que la solución pasa por todos, con todos. No es por el contrario el momento de intentar transformar a la sociedad, al revés, es el de tener una mayor confianza en las gentes, porque la solución pasa por asumir que estamos ante una empresa general en la que todos debemos contar para algo. Ha llegado la gran final, en la que los valientes lo dan todo, hasta sus legítimas ansias del poder. Es el momento de adoptar audaces decisiones pensando sólo en el bien de los ciudadanos, y no en el rédito electoral. Además de tener que contar con todos se debe comprometer a todos desde la lealtad, para lo cual lo primero que se debe hacer es cumplir los pactos, abandonar el egoísmo ideológico y no segregar a los que piensan de otro modo. Un ejemplo claro es la política antiterrorista; los terroristas se hacen fuertes entre los intersticios, consecuencia de las discrepancias; cuando éstas desaparecen, el terrorismo es más débil y se le vence mejor. Se debe replicar este proceso en otros, se debe aprender a asumir errores y estar dispuesto a cambiar. Otro tanto ocurre con la Justicia, ésta, en una situación de crisis, se convierte en referente de seguridad, y sobre todo de instrumento de garantías. Un buen modelo de Justicia no se impone desde mayorías políticas coyunturales, sólo se diseña con eficacia si se introduce a todos en el proceso de reforma. Los países con malos sistemas de organización de su Justicia no progresan, no atraen; por el contrario un buen modelo de Justicia, se convierte por sí mismo en un instrumento activo de progreso. La Justicia se imparte desde la legalidad, pero como modelo de gestión, debe estar siempre en la frontera, adelantándose a todas las necesidades de la sociedad a la que sirve, si no se convierte en una rémora. Pero esta adaptación a las necesidades, lo ha de ser siempre bajo el consenso, bajo la mutua renuncia a los modelos propios, porque en caso contrario, sería como recoger agua con un colador, y por muy tupido que sea, siempre se vaciará. Este proceso debe ir acompañado de una recuperación del prestigio de las instituciones, porque alimentar el desprestigio de las mismas y sus integrantes no da rédito alguno, ahora bien, este prestigio debe ser objeto de respeto, pero a la vez hay que ganárselo, y eso hace que todos seamos corresponsables en su defensa; eso sí, corresponsables cada uno en su medida, y actores de la solución en igual proporción a aquella medida.