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Desmontando a «Pau»

La Razón
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Mitones dorados, mini-minimísima, taconazos de alto riesgo, fucsia cegador y sombrero de Bonnie and Clyde revisitado... La chica dorada es fiel a su inoxidable resistencia a la sobriedad, retorciendo su «look» hasta límites insospechados. De su mano hemos comprobado que hay una nueva vida tanto para el estrass como para el suma y sigue de accesorios: pulseronas, cinturones-faja, gafas de soldadora profesional, mega-ultra-maxi-bolsos y hasta banderas –si es menester–. Está claro que Pau no quiere perderse en el común denominador de las rubias platino por lo que disfruta siendo la antítesis de las propuestas de Armani, empeñado en cultivar una imagen femenina sobria. Nada de mundanos pelos planchados; lo suyo es el rizo a escoplo con ecos que nos remiten a los ángeles de Charlie. Aunque la mayor de sus osadías no se vende en tiendas y es su mirada licorosa de alto voltaje a medio camino entre la niña pija y la sintaxis arrabalera. La cuestión es que su voz acuchillada ha grabado un nuevo disco y, le pese a quien le pese, dará otro buen puñado de «hits», gracias a un público cautivo en medio mundo que pasteuriza su imagen para remedarla a pequeños sorbos... Paulina hace buena una doble máxima: ni todas las cantantes aztecas interpretan rancheras ni todos los niños prodigio acaban como Joselito.