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El Barcelona marea al Celtic

La Razón
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Henry hizo memoria. Llevaba la camiseta del Barcelona, pero por primera vez desde que está en España parecía vestir la del Arsenal. Metió un gol como marcó cientos en el conjunto inglés. Un tanto de los que le han dado el prestigio que tiene. Caldwell, un amigo, dio un «pase» a Ronaldinho sin querer. El brasileño se la dejó al francés, que estaba ligeramente escorado en la banda izquierda. Se perfiló, buscó un poco de ángulo y rozó la pelota con el interior de su bota derecha. El balón se fue al palo más alejado, imposible para el portero, feliz para el Barça, que empataba el partido y dejaba el pase para cuartos de final preparado para dar la puntilla en el Camp Nou. Por si acaso, Messi marcó el tercero poco después para redondear una segunda parte perfecta ante un rival débil que nunca debió marcar dos goles.

El resultado fue la primera buena noticia, que pudo ser todavía mejor sencillamente porque el Barcelona es superior al Celtic. La otra fue ver a Ronaldinho de pie sobre un campo y no arrastrándose. Rijkaard colocó por sorpresa al brasileño en el equipo titular y «Ronnie» centró, regateó e incluso dio un pase sin mirar de los que hacía tiempo no ofrecía. Estaba a gusto. No puede hablarse de resurrección porque el rival dio facilidades; sí quizá dio un paso hacia ella.

El Celtic sólo entiende el fútbol cuando el balón va por el aire. No quiere saber nada de posesiones ni de elaboración. Pelota arriba y que los jugadores que haya en el área, los tanques, Venegoor of Hesselink y McDonald, rematen. Los delanteros entran al balón con todo y si hay un defensa se lo llevan por delante. Así son. Arrasan. Pero para que todo esto funcione hace falta que al menos uno piense y se atreva a jugar por el suelo, a regatear en vez de a volar. El Celtic tiene a ese jugador: McGeady. El joven irlandés fue una pesadilla para Puyol en la primera parte por su habilidad y velocidad y de sus pies salieron los dos goles del conjunto escocés. Dos centros precisos. Uno lo cabeceó Venegoor en plancha y convirtió el esférico en una bala. Otro lo remató Robson sin saber cómo y el balón hizo una parábola para superar a Valdés. Y poco más hizo el Celtic. Y poco más necesitó. Así de simple, el conjunto de los católicos se fue al descanso en ventaja y dejó al Barcelona con cara de tonto. Todos los números favorecían al equipo azulgrana: posesión, córners a favor, oportunidades... Todos menos los que refleja el marcador.

El Barcelona todavía está lejos de su mejor versión. Le falta movilidad y velocidad para alcanzar el nivel de cuando fue campeón, pero para superar al Celtic tampoco le hace falta la excelencia. Volvió del descanso enrabietado por haber perdonado sus ocasiones y haber recibido dos goles. Estaba dispuesto a dar la vuelta al marcador. Era una cuestión de honor y el resultado fue inapelable. El conjunto de Glasgow no hizo absolutamente nada, pero acabó agotado de correr detrás de la pelota. Fueron 45 minutos mareantes, de monólogo, de tiqui-taca. Messi aprendió a soltar el balón de primera y el Barcelona empezó a combinar y a acumular ocasiones hasta que el partido y casi la eliminatoria quedaran resueltos. Leo se volvió a encontrar con el gol. No marcaba desde noviembre y ayer lo hizo en dos ocasiones. El duelo acabó 2-3 y pudo ser mucho más escandaloso para los españoles.