India
El día que India salió del armario
PEKÍN- Desde el jueves, la homosexualidad dejó de ser un delito en India, ya que el Tribunal Supremo firmó una histórica sentencia que pone fin a 150 años de represión. La noticia, sin embargo, no desató el «orgullo gay» por el país, ni se convocaron «macro-fiestas», conceptos prácticamente desconocidos aquí. Las únicas celebraciones fueron las de una colorida casta, la de las «hijras»: los «eunucos» que aún existen en India.Mucho antes de que el Código Penal empezara a preocuparse de ello, la tradición hindú había estructurado la homosexualidad como el resto de la sociedad: creando una casta. Y así, la única manera de salir del armario era (y en la inmensa mayoría del país sigue siéndolo) convertirseen una «hijra». Es decir: castrándose y formar parte de una minoría que hoy engloba a cerca de medio millón de travestis que se ganan la vida bailando en fiestas, prostituyéndose en oscuras esquinas, lanzando maldiciones y practicando la magia negra.Las «hijras» han sido más o menos toleradas durante siglos. En las mugrientas calles del Old Delhi, LA RAZÓN visitó una de sus comunidades, constatando que «los eunucos» estaban bien integrados en la vida del barrio. El encuentro coincidió con el reparto de limosna semanal. Y es que, al disponer de más dinero que sus vecinos, grupos organizados en torno a un gurú al que llaman «madre», dedican parte de sus ganancias a la filantropía.La vida del eunuco, al menos en cuanto a comodidades materiales, es notablemente mejor que la de la mayoría de los indios. Pero, hay que pasar una prueba de fuego para ingresar en la «orden». La ceremonia iniciática de la castración entraña serios peligros y da lugar a una tasa de mortalidad altísima. Siguiendo el centenario ritual, no se utiliza anestesia y la herida se trata con hierbas y excremento de vaca. Una vez extirpados los genitales se entierran bajo un árbol y la hemorragia se deja durante unos minutos para expulsar «toda la masculinidad del cuerpo».¿Cómo se ganan la vida? Unos pocos son cocineros, pero la mayoría interpretan bailes grotescos en ceremonias, bodas y bautizos. El hinduismo les otorga poderes especiales relacionados con la fertilidad y ellos se aprovechan del estigma. «Si no pagas te maldicen. Es un escándalo y los hijos que dé el matrimonio serán sospechosos de ser homosexuales. En mi boda me pidieron 350 dólares, ropas y joyas y tuvimos que aceptar», explica Paramjeet Kaur, una viuda que se gana la vida como cocinera para extranjeros.Las «hijras» menos afortunados piden limosna en los parques, o se ofrecen para prostituirse bajo gruesas capas de maquillaje.
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