José Tomás
El lince boreal
Enviado a analizar con tanta fruición agnóstica como la Sábana Santa, un grupo de expertos ha podido constatar que el lince del cartel no es de la misma parte de Matalascañas sino boreal. Esta hazaña investigadora es sólo la primera entrega de un estudio a publicar en la revista «Science»: al cabo descubriremos que se trata de un cachorro explotado por una gavilla de titiriteros, siempre de carpa en carpa, de circo en circo. La estrategia del Gobierno, con este boato científico que ofrece a lo nimio, es ridiculizar el envoltorio del mensaje para triturar la capacidad argumental de la Iglesia. El resultado de esta nueva cuenta de la vieja es que el animal elegido, al igual que el bebé, ni siquiera está en peligro de extinción. Como dijo un cantaor: «Aquí, el problema de verdad es que en el mundo sobramos gente». El ejemplar boreal debe conceder entrevistas en el telediario de la noche de La 2 y justificar por qué falseó el currículum para poder ligar la sesión de fotografías de la campaña, aunque fuera de la Conferencia Episcopal. Una vez que los expertos de Aído han establecido que el «número razonable» de abortos debe rondar los 100.000 y hablan con desparpajo de homologarnos a Europa como en cifras de importación de lavadoras, descubriremos que el niño del cartel va al bingo a diario y se está puliendo la fortuna de sus padres. Éstos, dos honrados trabajadores de la factoría Seat de Martorell, se acaban de congelar el sueldo para matener sus puestos de trabajo. Conoceremos la historia negra del jovencito rubiasco con el mismo detalle que los ronroneos del sastre José Tomás, el mamoneo del Jaguar o los cantes de Pepe El Patillas y su colchón. Es que la mitra corta el riego sanguíneo y confunde lo ibérico con lo boreal. También pasa cuando se nos escapa «aborto» cuando, I'm sorry, queremos decir IVE.
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