Colombia
«El móvil ha acabado con el silencio que nos quedaba»
Con esta novela, Ángela (Cali, Colombia, 1957) consiguió el premio Iberoamericano Planeta-Casa de América 2009. Un día dejó la publicidad para dedicarse a escribir, «y renací de una vida de estrés y fuegos de artificio, una vida que no era vida». Ahora tiene relojes sin agujas, «quiero frenar el tictac». Su frase: «El único futuro que nos queda es el presente; se deja de sufrir cuando lo asumes». Le gustaría tener nietos. Le saca los colores la menopausia. ¿Vicios? «A las seis o las siete, un dry martini, agitado».
-Presenta ahora su novela «Ella, que todo lo tuvo» (Planeta). Buen título en tiempos de crisis...
-Mi personaje creía que lo tenía todo y no tenía nada. Yo estoy preparada para no tener, porque sé lo que es no tener nada. Lo único que me importa conservar es la cabeza.
-Su protagonista, Ella, sufre un accidente y deja de escribir, se entrega al silencio. ¿Ha temido alguna vez que le pasara algo así?
-Hace cuatro años sufrí un gran choque por la pérdida de mi padre y no podía escribir. Quizá ahí nació la novela.
-¿Se ahorra la visita al psicoanalista escribiendo?
-Escribir es una terapia, porque te obliga a mirarte. Nunca he ido al psicoanalista. El mejor psicoanalista es uno mismo...si sabe verse.
-¿Y cómo aprende uno a verse?
-Se aprende con la madurez, con los errores.
-Los objetos son muy importantes en un mundo sin palabras como su novela...
-Yo creo que los objetos nos dicen cosas. Tengo cantidad de piedras y cada una tiene su historia. Sólo hay que observarlas.
-¿De qué objeto no se desprendería nunca?
-De mi libreta de apuntes. Es como mi otra mano.
-Explora los abismos de la soledad. ¿Qué ha visto en ellos?
-Que la soledad nos arrastra a la muerte en vida.
-Se ha dicho que nuestros males provienen de no poder estar solos...
-Más bien provienen de estar mal acompañados. Yo necesito la soledad para escribir, pero luego quiero compañía.
-Decía Nietzsche que la valía de un hombre se mide por la cuantía de soledad que puede soportar...
-Yo puedo soportar mucha. Me gustaría estar más tiempo sola.
-Habla de la fragilidad del ser humano. No somos conscientes de ella hasta que se quiebra, ¿verdad?
-Sí. Y después de quebrarse el ser humano resucita con más fuerza. En el límite de la fragilidad arranca la fuerza.
-Habla también de la lucha por encontrar la felicidad y el verdadero sentido de la vida. ¿Dos imposibles?
-Si no hay búsqueda de la felicidad, no hay historia. Y si no se busca el sentido de la vida, tampoco. Quien no se hunde no sabe lo que es alcanzar la superficie. Para mí, el sentido de la vida es escribir.
-¿La felicidad es la ausencia de miedo?
-Puede ser, pero algún miedo tenemos siempre. Y es bueno tenerlos, creo. El miedo nos hace valientes.
-¿Y a usted qué le hace feliz?
-El silencio. Pero los móviles han acabado con el silencio que nos quedaba.
-El un mundo perfecto la literatura no existiría, ¿eh?
-Claro. La literatura sale del intento de ver nuestras zonas oscuras, esas que no acabaremos de ver nunca. Eso es la vida: yo a veces camino por zonas de luces y a veces por zonas oscuras.
-Al final la culpa siempre la tiene Gallardón...
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