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Beirut

«Je veux voir»: El poder de ver lo invisible

Dirección y guión: Khalil Joreige y Joana Hadjithomas. Intérpretes: Catherine Deneuve y Rabih Mouré. Francia-Líbano, 2008. Duración: 75 minutos. Documental.

El poder de ver lo invisibleEl poder de ver lo invisible
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La distancia que separa al «yo quiero ver» del título de este fascinante documental del «yo puedo ver ahora» del final de «Luces de la ciudad» de Chaplin es toda la historia del cine, un intervalo (o un cráter provocado por una bomba) que recorremos de la mano (y de los ojos) de Joreige y Hadjithomas. No sólo se trata de aprender a ver, sino de obedecer a una voluntad de ver: la feliz idea de confrontar a la diva (Catherine Deneuve, que participó, entregadísima y a ciegas, en este experimento) con la realidad desolada del paisaje post-bélico del Líbano responde también a la necesidad de confrontar el documental con la ficción. Es ésta una película sobre la posibilidad de reconciliación entre pueblos e imágenes, que también podría ostentar, orgullosa, un subtítulo que a Bresson le habría gustado mucho: «Qué largo camino he tenido que recorrer para llegar hasta tu sonrisa». La sonrisa de reconocimiento que cierra esta peculiar «road movie» no aspira a resolver las tensiones de la Historia. De hecho, cuando Deneuve conoce al actor libanés Rahib Mouré, cuando ambos emprenden en coche el viaje hacia el sur –el viaje dura un solo día: Deneuve tiene que volver esa misma tarde a Beirut para asistir a una gala en su honor–, no saben muy bien qué decirse. Son las ruinas a las que se enfrentan de distinta manera –nuevas para Deneuve, familiares para Mouré– las que abren la posibilidad de un diálogo. «Je veux voir» hace de la célebre máxima de Rivette, «toda película es un documental de su propio rodaje», un hallazgo literal: Deneuve y Mouré experimentarán lo mismo que los realizadores al filmarlos. El miedo a un camino sembrado de minas o al ruido de un caza sobrevolando un hermoso campo libanés se graba en el rostro de una actriz que se presta a un juego de espejos entre su dimensión icónica y una realidad en proceso de demolición. El cine digital filma el plano de un rostro buscando su contraplano en un paisaje fantasmal. Se trata, de una vez por todas, de ver lo invisible.