Bogotá
España «nostra»: El nuevo paraíso de la mafia
Roberto Saviano, el autor de «Gomorra» perseguido por los mafiosos napolitanos, señala a nuestro país como centro de operaciones de la red de narcotráfico de la Camorra. No en vano España es el mayor consumidor de cocaína de la UE y un inmejorable centro mundial de distribución. Para los Carabinieri, aquí es donde los napolitanos y los carteles de Colombia se relacionan. Precisamente, la semana pasada detuvieron en Barcelona a Salvatore Zazo, presunto jefe de la zona centro de Nápoles. También cayeron en Cataluña Patricio Boti, Raffaele Laurenti y Mario Santafede, poderosos capos a quienes se les atribuyen buenas relaciones con los fabricantes de la «dama blanca». España se ha convertido en el lugar preferido para los embajadores del narcotráfico internacional. Pasaron los tiempos en los que sus contactos gallegos les hacían de representantes. El acuerdo tácito se rompió en 2004, cuando detuvieron a Ismael «Negro» Santamaría, comisionado de Bogotá, al que pidieron 60 años de cárcel y 69.000 millones de multa por introducir más de diez toneladas de cocaína. Sin embargo, los jueces de la Audiencia Nacional Carlos Cezón, Carlos Ollero y Juan José López Ortega le dejaron en libertad provisional por un informe que advertía de que el preso podría suicidarse. Nunca más se supo del deprimido capo, pero a partir de entonces cada cartel ha enviado a su propio «embajador». Los jefes más pujantes, como el «Loco» Barrera y Guerrero «Cuchillo», tienen aquí sus enviados. Es posible que un malentendido le impidiera llegar a tiempo a Cali a Fabio Vargas, hermano del «ejecutado» Leónidas en la planta quinta del Hospital 12 de Octubre. Eso le ha costado la vida, torturado y amordazado junto a su novia, Liliana, una reina de la belleza. Últimamente se ha descubierto que los representantes de los productores colombianos han relegado a los traficantes gallegos a meros transportistas. Esta creciente actividad explica la frecuencia de muertes a tiros y ajustes de cuentas en la capital. Los hispanos que parten el bacalao a nivel mundial obligan a los importadores a negociar en nuestro territorio. Aquí disfrutan de un país moderno, bien comunicado, estratégicamente ubicado y que habla su idioma. Podría decirse que éste es el gran «negocio» del español, mucho más allá del que pudiera descubrir el Instituto Cervantes. Consumidores ávidos Tanta actividad en torno a la «nieve» ha generado una cadena de muertes a cual más dramática. Las autoridades tratan de reducir los hechos a cuestiones puntuales, pero los ajustes de cuentas señalan el largo brazo armado de las oficinas de cobro. En las calles, las discotecas y las cárceles se detecta la presión creciente de un gran negocio ante un caudal de consumidores ávidos. A la vez, la actividad del cobro de morosos se hace agobiante: quienes no pagan reciben la factura en líneas de plomo como directamente de una linotipia. El ajuste de cuentas produce hallazgos de cadáveres descuartizados, a veces con una gruesa cadena de oro al cuello. Otras con bolsas de basura atadas al pescuezo, para provocar la muerte por asfixia. Y también los tiros en la cabeza, con las manos quemadas con un soplete para borrar huellas dactilares. Las deudas y los malentendidos han producido muertes exóticas como la sonrisa del payaso (prolongar la boca de la víctima de un tajo en las comisuras) o la corbata colombiana (sacar la lengua de la víctima por un corte en la garganta). En España operan unos 500 grupos de crimen organizado, con 27 muy activos. Pero los que más ruido arman son los de siempre: las grandes mafias, los exportadores al por mayor, que en su expansión han encontrado una España de leyes obsoletas, cortos presupuestos de prevención y absolutamente desprevenida en el giro de la geopolítica delincuencial. El Gobierno haría bien en recuperar la vieja práctica de toda una generación de ver las tres partes del «Padrino» de Coppola al menos una vez al año.
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