Enfermedades

Ereutofobia : pánico a ruborizarse

Ereutofobia : pánico a ruborizarse
Ereutofobia : pánico a ruborizarselarazon

Un sudor frío recorre sus rostros cada vez que se sonrojan. No lo pueden evitar, no importa el lugar, las circunstancias ni el momento. Siempre están «rojos». Sufren lo que la terminología médica define como rubor facial, un trastorno que genera graves problemas, no sólo físicos, sino también psicológicos en quienes conviven con ello.
Tal es el pánico que despierta, que ya se ha acuñado un nombre que explica la frustración con la que deben convivir: ereutofobia o miedo a enrojecer. Claudia lo saben bien. «Empezó a los 13 años. Parecía un rubor propio de la edad, se convirtió en mi pesadilla. Y lo peor es que, lejos de desaparecer, fue haciendo mella en mi personalidad. Afectaba a mis relaciones sociales y a mis estudios, porque preguntar alguna duda en clase suponía instantáneamente que me pusiera roja», relata. Se esforzaba al máximo en su trabajo, pero llegado el momento de dar el último empujón para destacar, lo echaba a perder por miedo a enfrentarse a situaciones públicas que el hicieran enrojecer.

Avergonzados
José Revuelta, médico adjunto en el Servicio de Angiología y Cirugía Vascular del Hospital Miguel Servet de Zaragoza, explica que «Se produce por una inapropiada vasocompresión de los vasos sanguíneos faciales. La propia idea de enrojecer ya provoca el rubor en el afectado, incluso estando solo». Estas declaraciones no hacen sino describir la vida de Raquel, marcada por el aislamiento y el autorechazo. No lograban encontrar una solución que acabara con el problema. Ni tratamientos dermatológicos ni un abordaje psicológico eran suficientes. «Los remedios más habituales son los farmacológicos con psicotropos, que producen beneficio parcial, pero no quedan exentos de efectos secundarios», matiza Revuelta. «No había pastillas que pudieran calmarme», explica la joven Raquel.
Según argumenta Carlos García Franco, especialista en Cirugía Torácica de la Clínica Universitaria de Navarra, «los factores desencadentantes de esta dolencia son comunes a los de la hiperhidrosis, esto es, sudoración exagerada de alguna zona del cuerpo, como manos o axilas. Pero hay que descartar antes que no se trate de un problema meramente médico, como hipertiroidismo o la menopausia, que también genera grandes sofocos». Debido al aislamiento y la incomunicación, los datos son escasos, ya que pocas veces acuden al médico. De ahí que «la prevalencia real puede estar entre el 1,5 y el 2 por ciento de la población», señala García Franco.
Ante los intentos fallidos de tomar el control de la situación, para estas mujeres la única solución fue pasar por quirófano. Algo que se reserva a casos más graves, en los que otros procedimientos han fracasado», apunta García Franco, quien añade que «el índice de éxito supera el 80 por ciento de los casos, pero no funciona con todos los pacientes. Uno de cada cinco no logra solucionarlo».
La operación consiste en desconectar la cadena del sistema nervioso simpático que controla la sudoración y el enrojecimiento. Se realiza una incisión en cada lado del tórax de dos centímetros para introducir una óptica y se localiza la cadena simpática. Ésta se secciona, deja de emitir impulsos e interrumpe las señales nerviosas que llegan al cerebro. No obstante, a pesar de los excelentes resultados registrados, no hay que descartar posibles efectos secundarios. Revuelta argumenta que «puede aparecer un aumento de la sudoración en la espalda y el abdomen (sudoración compensatoria)». Por su parte, García Franco añade que «el procedimiento se realiza con anestesia general y requiere un ingreso de 24 horas. El paciente vuelve a hacer vida normal pasada una semana». Algo que ya han hecho estas dos mujeres. «Ahora sólo quiero olvidar. Voy sin miedos, sin temores, sin pensar lo que tengo que hacer o a dónde debo mirar, sin pensar que los demás son una amenaza para mí», sentencia Raquel.

Asociado a la hiperhidrosis
El rubor facial tiene mucho que ver con este trastorno que impide que los afectados realicen las actividades más cotidianas

Este trastorno, cuyos síntomas se asocian al rubor facial, consiste en un aumento exagerado de la sudoración que afecta de modo especial a manos, axilas y pies. El sudor es necesario para el control de la temperatura. Está regulado por el sistema nervioso simpático. Cerca de el uno por ciento de la población tiene un inapropiado funcionamiento del sistema simpático, que envía un estímulo exagerado a las glándulas sudoríparas y produce una sudoración desmesurada.
La forma más común afecta a las palmas de las manos. Quien lo padece tiene verdaderos problemas a la hora de relacionarse en el entorno social y para desarrollar la mayoría de los trabajos (transportar mercancías delicadas, papelería componentes electrónicos, peluquería, etc.).
Entre los remedios parciales que pueden sacar de un apuro a los afectados se encuentran los desodorantes antitranspirantes. Pero su fórmula debe integrar cloruro de aluminio al 20, 25 o 30 por ciento como máximo en alcohol etílico (depende de si se quiere una fórmula más o menos agresiva para la piel). Antes de acostarse, la piel debe estar seca sin restos de sudor o agua y sin rozaduras o cortes en la piel que permitan que en alcohol penetre en la sangre. Después se aplica poca cantidad de la loción en las zonas afectadas y se deja secar al aire. Por la mañana aclarar totalmente con agua y jabón.

De interés para los enfermos:

WEB: www.Sonrojo.com
Consultas e información:
Telf: 976 301 336 / 607 88 06 88
C/Hernán Cortés, 23-25, bajos
50004 Zaragoza
CORREO: contacto@hiperhidrosis.com

Clínica Universitaria de Navarra
Avda. Pío XII, 36 • 31008 Pamplona
Telf: 948 255 400
Fax: 948 296 500
Web: www.cun.es