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Ganar por la cara

La Razón
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espués de que Narciso pereciera en la fuente consumido de amor por su propio reflejo han florecido narcisos a patadas, egotistas a esgalla y vanidosos sin cuento. El último -aunque no el menos importante; «last but not least», que dicen los ingleses- es el Excelentísimo Señor Rodríguez Zapatero que ha conseguido hacer del narcisismo un auténtico programa de gobierno. Que el presidente empape los baberos al contemplar su mismidad en el espejo, quizá sea ridículo, puede que hasta patético, pero si está encantado de haberse conocido allá se las compongan él y su soberbia. Otra cosa –más seria, desde luego– es confiar la suerte de un país a un quiquiriquí con tufos de profeta. A los gallos, antaño, se les daba en la cresta para que no se empingorotaran en exceso; hogaño, sin embargo, en la arena política, el que no templa gaitas es porque cacarea. Parece obvio que los cerebros de Ferraz van a fiarlo todo al tirón zapateresco, a sus probadas dotes para encantar serpientes y a su embrujo risueño. El candidato, pues, se moverá a sus anchas en el terreno que mejor maneja: el utopismo irresponsable, la «vulgata» buenista y el infantilismo prometeico. E irá del caño al coro, como si dijéramos. Del desafío descarnado a la condescendencia cachicuerna, de la mano tendida a la garra en el cuello. Sostiene el gran Narciso que «el mundo está bien hecho» (ya lo escribió Guillén, beatón y poético) y no hay otros problemas que la derecha oscurantista y el calentamiento del planeta. De ahí que haya apostado por el inmovilismo y por verlas venir, igual que Don Tancredo. «¡Que el tiempo no te cambie!», clama la progresía sin que sepamos si esto es Lourdes («¡Virgencita, virgencita, que me quede como estoy!») o una clínica de estética. ¿Qué se puede esperar de un personaje que se declara en rebeldía ante el tribunal del tiempo? Y, «last but not least» –cada loco con su lema–, ¿qué se puede esperar de una ciudadanía que le hace la ola a un esperpento? O sea, que Narciso, si es que gana, ganará por la cara y por los pelos. Moraleja: Rajoy al estilista. Con carácter de urgencia.