Tokio

Isabel Coixet se pierde en Japón

El festival recibe con abucheos su película «Mapa de los sonidos de Tokio», mientras que Michael Haneke es reconocido por la crítica internacional

Isabel Coixet se pierde en Japón
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Inclementes abucheos abrazaron la proyección del «Mapa de los sonidos de Tokio» en Cannes. Quizá el filme de Isabel Coixet llegó en el peor momento, cuando el ritmo del festival está tan agotado como la prensa internacional. Fue, patriotismos aparte, un abucheo justo: es la peor película de la directora de «Mi vida sin mí», aunque eso no sea decir mucho. Toda la afectación impostadamente literaria, toda la pose sensible pero menos, toda la música de Antony and the Johnsons, todos los personajes improbables que pueblan sus películas (con excepción de la dignísima «Elegy», no por casualidad un encargo), aparecen aquí elevados a la enésima potencia. Enamorada de su víctimaEl filme empieza con la noticia de un suicidio. El padre de la suicida, un alto cargo de una corporación nipona, culpa de la muerte de su hija al ex novio de ésta (Sergi López), un catalán que ha montado una vinatería (que se llama Viridiana, ¿pillan la cita?). La mano derecha del padre contrata a una asesina a sueldo (Rinko Kikuchi) para que mate al vinatero, sin prever que ésta se enamorará de su víctima. Supongo que para justificar el título, Coixet se inventa a un ingeniero de sonido –un calco del protagonista de «Cafè Lumière» de Hou Hsiao-Hsien– que cuenta la historia de amor no correspondido de estas dos almas perdidas en la noche de Tokio. Este es el primer error de la película: inventarse un narrador que nunca está bien integrado en el relato, un narrador cuya omnisciencia es más falsa que un duro sevillano. López y Kikuchi funcionan mejor en las escenas de sexo que cuando abren la boca y recitan, mecánicamente, sus diálogos. Al hablar, tienen la química que deben de tener una piedra y una tijera: una aplasta a la otra. La secuencia en la que se conocen y en la que se despiden se resienten de ello. En el paréntesis que se abre en ese «hola» y se cierra en ese «adiós», la vida está en otra parte. La pareja protagonista no es creíble; su atracción, menos. Si Kawase o Wong Kar-wai consiguen misterio, la Coixet se queda a las puertas, viendo cómo se esfuma.Siendo un rendido admirador del cine de Tsai Ming-Liang, «Visage», que clausuró con Coixet la competición, me decepcionó profundamente. El taiwanés intenta hacer un compendio de todas sus constantes autorales, pero le queda un «patchwork» sin alma. Cine dentro del cine que acumula autohomenajes, pisos inundados, números musicales, espíritus que podrían ser humanos… un catálogo de obsesiones que no cuaja ni a la de tres. «Visage» avanza con la gracilidad de un elefante en un anticuario. Michael Haneke fue distinguido ayer con el premio FIPRESCI,un galardón no oficial concedido por la Federación internacional de críticos de cine, que destacó «El lazo blanco» como la mejor película de la sección oficial.