Londres
Jamenei exige el fin de las protestas
EL CAIRO- Con un golpe sobre la mesa, la máxima autoridad de Irán, el ayatolá Ali Jamenei, dio ayer por zanjada la crisis desatada tras las elecciones presidenciales, y ratificó la victoria de Mahmud Ahmadineyad. Ahora habrá que ver si los seguidores del candidato opositor, Mirhossein Musavi, mantendrán su desafío al Gobierno ultraconservador en las calles de Teherán. «Las elecciones se ganan en las urnas, no en la calle», aseveró el guía supremo ante los miles de iraníes congregados en la Universidad de Teherán para atender su sermón. Jamenei aprovechó la plegaria del viernes para advertir a los opositores que las instituciones no cederán a la presión de las protestas de los seguidores de Musavi. «El pulso (al Ejecutivo) en la calle es un error, exijo que se le ponga fin. No cederé a la calle», dijo tajante. Por tanto, apeló a los diferentes dirigentes políticos para que impidan las «actitudes extremistas», porque «serán responsables de cualquier derramamiento de sangre» que se derive de ello. Un mensaje que sobre todo iba dirigido a un candidato, el ex primer ministro Musavi como cabeza de la «revolución verde» que se ha levantado estos días contra el «establishment» teocrático iraní. Tras insistir en que las leyes de la República Islámica nunca permitirían un fraude electoral, Jamenei cargó contra Occidente y contra los «enemigos» que cuestionan la legitimidad del proceso electoral iraní. «Los enemigos tienen en su diana la confianza del pueblo iraní hacia su sistema», manifestó el líder supremo, en una nueva advertencia a Musavi que duda sobre la fiabilidad de los resultados electorales del pasado viernes. En ese sentido, el guía supremo fue claro en sus preferencias políticas y señaló a su favorito para dirigir el país. «Mis opiniones sobre política exterior e interior están más cerca de las de Ahmadineyad que de las de otros responsables». Asimismo, la máxima autoridad espiritual y política de la República islámica acusó a las potencias extranjeras de interferir en los asuntos internos, tras las movilizaciones en las calles de Teherán. «No conocen a la nación iraní. Condeno firmemente esa injerencia», sentenció Jamenei, mientras la multitud animaba con pancartas en las que se podía leer: «no dejemos que sean plumas extranjeras las que escriban la historia de Irán». La voz del ayatolá se confundía con los gritos de miles de personas que bendecían a su líder religioso, al tiempo que coreaban consignas de repudio: «muerte a EE UU» y «muerte a Israel». La Cámara de Representantes norteamericana condenó ayer la represión iraní. Londres, por su parte, volvió a llamar a consultas al embajador iraní para pedirle una explicación por la dureza del discurso del guía supremo, que también calificó a Inglaterra como «el peor» de los enemigos. Los prorreformistas han convocado hoy otra manifestación que también ha sido prohibida por las autoridades, por lo que no sería extraño que se volvieran a repetir los enfrentamientos mortales registrados estos días. Las amenazas de Jamenei no son suficientes, por el momento, para acallar a la población.
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