Sevilla

Juande el entrenador en fuga

La Razón
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Juande Ramos parece un buen tipo. Soso, pero un buen tipo. De esos que van por la vida con un perfil bajo, sin hacerse el gracioso como si estuviese haciendo oposiciones para el «Club de la comedia», ni tan huraño como Schuster, que nunca llegó a ser lo que pretendía: Clint Eastwood en «Harry el sucio». No, Juande Ramos no levanta pasiones... Salvo en Sevilla, donde se le tiene una tirria considerable desde que les dejó por irse a hacer las Inglaterras con el Tottenham. Desde entonces, Del Nido se la tiene jurada. Como un amante despechado, no perdona porque no olvida. Vale. El presidente del Sevilla se quedó con cara de tonto cuando Juande se fue avisándole mientras se iba, lo que no deja de ser un pequeño desaire. Tan nimio cuando se despide a un entrenador. Pero, ¡ay! a un míster se le puede echar y no hay nada que reprochar, pero si es él quien sale «motu proprio» del banquillo... Se queda marcadito de por vida, igual que Demi Moore en «La letra escarlata». No se les lapida, aunque se les tira mecheros y demás atrezzo propio de un campo de fútbol para exteriorizar la frustración del abandono. Ayer regresó al Sánchez Pizjuán. Y Juande hizo lo que se esperaba: apretar esa mandíbula de granito a la espera de encajar los golpes. La afición expresó su malestar. Eso no duele, sólo escuece. Lo que le hace daño de verdad es la indiferencia. Es la distancia más corta para llegar al olvido. Lo otro... reconforta hasta cierto punto el ego porque se sigue siendo importante, aunque sólo sea para generar hostilidad. Su único pecado es que hizo al Sevilla un equipo ganador. Pena que también le hiciese dependiente de su figura.