Reino Unido
La imborrable huella de la «Dama de Hierro»
«Por supuesto que tengo dudas. Soy tremendamente consciente de la responsabilidad. Sólo espero que la gente me tome no por lo que soy sino por lo que puedo hacer». 4 de Mayo de 1979. Margaret Thatcher llega a Downing Street. Es la primer mujer (y única hasta la fecha) en ser primera ministra de Reino Unido. No fue el inicio de una Legislatura. Fue el comienzo de una era, un periodo que revolucionó las bases del Partido Conservador y transformó el propio Laborismo. Treinta años después de aquel histórico 4 de mayo, «Maggie», la «Dama de Hierro», la amada, la odiada, la revolucionaria, sigue siendo un icono para Inglaterra y para el resto del mundo. Los líderes de cualquier partido siguen buscando la fotografía que les inmortalice junto a la mujer que cambió el rumbo del país considerado por aquel entonces como «el enfermo de Europa». Su fuerte personalidad marcó escuela y sus trece años en el poder llegaron a crear una nueva disciplina bautizada como «thatcherismo». Nigel Lawson, el que fuera responsable del Tesoro durante su primer gobierno, se confiesa a LA RAZÓN como creador del término. «Puede ser descrito como una constelación de valores y creencias, una mezcla de Estado de Derecho, sonido de dinero, libre mercado, disciplina financiera, firme control del gasto público, tipos impositivos más bajos, patriotismo o nacionalismo (la distinción está en gran medida en el ojo del observador), un poco de populismo y la privatización», precisa. La última palabra rara vez había sido utilizada antes en las islas. Pero cuando Thatcher llegó al número 10, el problema era mucho más que simplemente económico. Según Lawson, existía una «nefasta mezcla» de «poder sindical» y «anarquía» que promovía huelgas sistemáticas, convirtiendo al país en un lugar «ingobernable». «Nos veían con pena en el extranjero y había un derrotismo omnipresente en los hogares. Fue un momento triste y desalentador», matiza con marcado mensaje ideológico. «Tal vez lo más importante, en retrospectiva, fuese la voluntad de ampliar los límites de lo políticamente posible. El periodo dejó importantes lecciones para los tiempos actuales», añade. La sentencia no se puede dejar en el tintero: 30 años más tarde, el péndulo histórico ha devuelto a Reino Unido a un punto muy similar al de 1979. En el ámbito económico, el endeudamiento de las arcas públicas es casi el doble, el desempleo es el más alto desde 1997 y la mayoría de indicadores oficiales muestran los peores datos desde que comenzaron los registros. En el terreno político, todo apunta a un inexorable retorno de los «tories». El actual «premier» británico, el laborista Gordon Brown lleva meses atascado en el fango de la recesión, los problemas de liderazgo dentro de sus propias filas y el desgaste propio de un partido que lleva diez años en el poder. Cameron, el sucesor Por lo tanto, a pesar de que la prensa le acusa de no tener aún un programa muy definido, el conservador David Cameron está destinado a convertirse en el próximo inquilino de Downing Street. El joven político, al que muchos ven con un estilo más parecido al de Tony Blair que al de la propia Thatcher, se ha propuesto dar un aire nuevo al partido. En sus discursos, al igual que Obama intentaba guardar las distancias con Martin Luther King, no quiere que la sombra del «thatcherismo» marque su estela. Sin embargo, será imposible que sus decisiones no se comparen con la dama que cambió el rumbo del país y el papel de la mujer en la política para el resto del mundo.
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