Lenguaje

Los cinco sentidos del sexo

Caricias, susurros, miradas, aromas y sabores son los ingredientes para disfrutar al máximo de las relaciones íntimas. El olfato y el tacto ganan la partida.

Los cinco sentidos del sexo
Los cinco sentidos del sexolarazon

El vademécum del sexo bebe de cinco fuentes a las que no todos saben sacar el partido suficiente. Aromas escondidos, excitantes caricias, susurros, miradas y sabores cuanto menos estimulantes. Los sentidos «se abren» no sólo como goce y disfrute de la pareja, sino también como terapia cuando se carece de alguno de ellos. Es el caso de las personas con discapacidad visual o de aquellas cuyo sistema nervioso se ha visto afectado en alguna de las extremidades. Porque cuando falta una de las capacidades, el resto se activan aún más.

Con un simple roce

Manuel Lucas, presidente de la Sociedad Española de Investigación en Sexología (SEIS), afirma que «se pierde la riqueza de sensaciones de los sentidos porque el esquema de la actividad sexual está muy genitalizado, y generalmente eso supone que dejen de disfrutar de muchas sensaciones, sobre todo el hombre, por el empeño de tener una erección y eyacular». En el caso de la mujer, ésta se obsesiona por lubricar «y llegar al orgasmo para el varón se quede tranquilo», matiza Lucas. Aunque se conoce que los hombres se excitan por la vista mientras que ellas prefieren el contacto, es este último, junto al olfato, los que los profesionales apuntan como los más excitantes (aunque en la variedad está el gusto).
Lucas añade que «el sentido más desarrollado, además de la vista, es el tacto. El ser humano tiene más nervios sensitivos que cualquier otro mamífero. Las caricias son muy importantes, pero se quedan olvidadas tal y como tenemos planteadas las relaciones sexuales». Y es que no sólo hay que acariciar los genitales, los pies, por ejemplo o la zona interior de los muslos tienen terminaciones nerviosas que se estimulan con el roce y las caricias.
El cabello, la boca, el cuello, la espalda, el abdomen o las ingles son otras zonas corporales comunes que se palpan en el preludio amoroso con el objetivo de excitar al compañero o compañera de juegos.
Aunque no todo el mundo se muestra igual de receptivo ante ciertos mimos, existen factores que llevan al extremo de sensaciones y que se basan en que «la zona que sea tocada sea un punto de deseo, como los senos en el caso de las féminas (que les puede llevar al orgasmo tan sólo con la estimulación en esa zona) o que se encuentre hormonalmente predispuesta», argumenta Antonio Casaubón, presidente de la Federación Española de Sociedades de Sexología. No obstante, este máximo placer no se centra tanto en el contacto físico como en el factor psicológico que es, sin duda, el mayor afrodisíaco que existe. Porque el estímulo cumple su función en la medida en que el cerebro lo puede magnificar. «En ocasiones la persona no disfruta tanto con esas caricias como con el pensamiento de lo que va a venir después. Las fantasías previas o la buena compenetración de la pareja, son elementos a tener muy en cuenta», añade Casaubón.

Un buen aroma
A pesar de ser uno de los sentidos más estimulantes, la capacidad del olfato disminuyó con la evolución porque «al ponernos de pie, menos podíamos oler las feromonas, que son bastante más importantes de lo que pensamos», especifica Lucas.
Tal vez para recuperar el instinto perdido hoy en día los perfumes masculinos contienen esas feromonas que hacen que ellas vuelvan la vista atrás cuando pasan. Con o sin ayuda de la ciencia, el olor propio es, sin duda, el que más atrae, pero «el olor demasiado fuerte no gusta. Las feromonas frescas del día son estimulantes, pero no las que cargamos a lo largo de toda una jornada», advierte Lucas.
Según el último estudio elaborado por los laboratorios Vicks sobre el olfato y las emociones a más de 1.000 españoles, más del 75 por ciento de los encuestados cree que este sentido es el más importante y el 25 por ciento lo considera como un arma de seducción. De hecho, el 63 por ciento de la población rechazaría a una persona por su olor. Según este trabajo, el apetito sexual se potencia más con fragancias ligeras que con aromas intensos. No obstante, esto varía a medida que crecemos, ya que los más jóvenes se decantan por esencias más fuertes y los mayores prefieren algo más… suave.
No sólo la humedad de la lengua navegando por los laberintos de la oreja hace vibrar. Hay muchos sonidos que tienen un carácter extremadamente erótico: la respiración, los suspiros, los jadeos e incluso el sonido que produce un simple beso puede ser suficiente para excitar a la pareja. «Susurrar cosas agradables hace que nos sintamos deseados y eso gusta y motiva durante el sexo», argumenta el sexólogo clínico Ángel Ruiz Ejarque. Pero hay que tener cuidado con lo que se dice y cómo se dice.

A tono con música
Precisamente el miedo o la vergüenza a que aquello que se quiere transmitir no suene como uno lo lleva preparado en su cabeza hacen que en ocasiones esas frases románticas que pretenden estimular se queden en simples resoplidos. Porque no todos dominan la retórica a medida que el sexo marca su ritmo. Para ellos, la manera más obvia de despertar este sentido es la música, ya que crea un ambiente idóneo para alcanzar el objetivo. Algunos estudios, como el de la Universidad de McGill, en Montreal (Canadá), revelan que la música estimula las mismas regiones cerebrales que los impulsos sexuales y las regiones del cerebro que tienen un papel decisivo en la elaboración de la música son las mismas activadas durante el orgasmo.
La gastronomía sexual también es placentera y ayuda en el arte de la conquista, ya que pone a punto el ambiente, siempre y cuando uno no se exceda con los platos. Estimular las papilas gustativas envía señales al cerebro y activa el centro del placer. Jugar con nata y frutas, por ejemplo, alimenta la pasión. «Ya sea corporalmente untado o tener una cena pre-erótica resulta muy estimulante, pero no necesariamente tiene que incluir ostras y champán o chocolate por su fama de afrodisíacos, basta una buena cena con un buen vino», especifica Ejarque. Pero la receta culinaria estrella puede estar sentada enfrente. La pareja es, para los profesionales, la que mejor sabe. Mordisquear los lóbulos de las orejas o los labios y saborear la piel del cuerpo provoca una sensación placentera. «Tras hacer deporte, por ejemplo, el sabor es más salado por las sustancias que desprenden al sudar», apunta Lucas, quien añade que «el sabor de los genitales, de los líquidos vaginales, potencia aún más la puesta en marcha».

Entra por los ojos
La quinta esencia emana de los ojos. Éstos sacuden su inocencia a través de cómplices miradas que esconden emociones, sentimientos, e intenciones. Y cuando este sentido se pierde (juegos con pañuelos, a oscuras, etc.) se potencian todos los anteriores. La percepción visual llega a la retina y el nervio óptico traslada esta información a la corteza cerebral. Una vez allí se decodifica la información y se produce la interrogante de si resulta o no atractiva la persona que tenemos delante.
Pese a que antiguamente se consideraba que masturbarse al ver aquellos que les excitaba provocaba ceguera (entre otras muchas calamidades), hoy en día, para la mayoría de los hombres, la excitación comienza por la vista. En lo primero en lo que se suelen fijar es en los pechos de la mujer. Después, viene el resto, como las piernas, las manos, el pelo, los ojos y la boca. Sin embargo, ellas se centran más en el conjunto. Buscan un estilo varonil, y suelen observar las manos y los ojos y en las nalgas.
Pero para poder llegar a deleitarse con el cuerpo desnudo, primero hay que trabajar para que se produzca el encuentro. Y ahí influye un buen cruce de miradas que da señal de que todo marcha.
Y si esto funciona, «es hora de echar imaginación y llevar a cabo las fantasías», sentencia Ruiz Ejarque.