Partido Demócrata
Los debates
Los candidatos ya ensayan sometiéndose a las preguntas de un miembro de su equipo que se comporta como previsiblemente lo haría su rival. Zapatero como el mejor constructor de lemas, Rajoy como el registrador de la propiedad que es. Pero las negociaciones se han enfangado en busca del «campo neutral». En contra de lo que muchos creen, la neutralidad no está en juego con el moderador. En España, donde los partidos pactan hasta cuando respira cada candidato, el periodista es un mero contador de tiempos, que no podrá preguntar como inquirió el periodista de la CNN a Hillary cuando no condenó la invasión de Irak: «¿Entonces, señora Clinton, comparte usted la política de Bush?». Aquí los temas están pactados, los tiempos tasados, y el moderador callado. Sólo en el aire queda la imagen donde no todos los cabos pueden atarse. En el primer debate mediático de la historia, la televisión enseñó a un Nixon crispado, transpirando, retorciéndose las manos, sin maquillar, frente a un Kennedy bronceado y seguro. Los televidentes dieron ganador a Kennedy mientras que quienes sólo lo escucharon por radio opinaron que Nixon había sido mas convincente. La televisión, de forma aplastante, había reforzado la percepción de un triunfador. Bush padre miró el reloj con cara de aburrimiento y aquel gestó le derrumbó frente a Clinton. Hasta Robert Redford aconsejó a Carter antes de enfrentarse a Reagan.
¿La empresa que realice nuestros debates pinchará la imagen sudorosa de Zapatero, o la obviará? ¿Dará un plano de los ojos sobresaltados de Rajoy o lo disimulará hasta que se relaje? ¿Veremos imágenes de manos agitándose, nudillos blancos, pies inquietos...? Es de suponer que sí. Pero también es de suponer que los partidos pretendan evitarlo y en esto están embarrados. Por lo demás, Zapatero intentará parecer solvente, y Rajoy huirá de parecer un hombre duro. Su modelo es el «templado» Sarkozy, ¿recuerdan?: «Usted se altera muy fácilmente, madame...» Ése será el objetivo final de ambos: que el debate borre los malos estereotipos. Entre talante y puñaladas recíprocas, también «reality show».
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