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Rijkaard prepara el partido contra el Madrid con alineación en la que no figuran Ronaldinho y Deco. Parece apuesta arriesgada. En Madrid se ve en ello maniobra de distracción. En el Bernabéu no creen que el entrenador barcelonista prescinda de ambos. Ciertamente, preferir a Gudjhonsen, para que juegue en la zona media, a cualquiera de los dos presuntamente descartados es un brindis al sol. A veces, los entrenadores, que conocen mejor el paño de su arca, acometen operaciones peligrosas.

Ronaldinho no se parece al de campañas anteriores y el equipo juega de manera distinta cuando no está en el campo. Su presencia obliga a los demás a buscarle, a enviarle el balón porque parece que sin su permiso no es posible el ataque. El Barça, sin la estrella brasileña, parece menos aherrojado, más libre.

El principal problema de las alineaciones no lo va a tener el equipo barcelonés por la ausencia de cualquiera de los dos citados. La pérdida más importante es la de Messi. El argentino tiene el desparpajo suficiente para buscar la penetración casi imposible. Se marca metas a las que no se somete cualquier compañero. Tal vez por ello, en ocasiones, atropella la razón porque repetir aquella jugada de escaparse de medio equipo contrario para marcar un gol no suele ser fácil.

Los jugadores del Getafe tal vez pecaron de confiados o ingenuos, y ahora, la sorpresa es menos posible porque nadie se fía de él y le marcan con gran dedicación. Para sujetar a Messi se ha reinventado el «mangriñanismo», la persecución constante.

Ronaldinho no está en la mejor forma, pero en el equipo contrario crea desasosiego. Se le considera capaz de crear la jugada del gol o de marcarlo aunque sea de manera inverosímil.

El Real Madrid tendrá prevista su actuación por si las pruebas son a beneficio de inventario.