Cataluña
Mazazos al nacionalismo
Algo de premonitorio había en los mazazos de Emilio Gutiérrez, versión bilbaina del Nietzsche que filosofaba a martillazos, pues a raíz de aquello no sólo se acogotaron los batasunos de Lazcano, también empezaron los dolores de cabeza en el PNV. Ibarretxe y Quintana han recibido los resultados electorales como si fueran mamporros donde más duele, pues no hay mayor tormento que perder el poder, el coche oficial y la cohorte de pelotas. Así que en Cataluña los nacionalistas han pedido hora en el médico no sea que la epidemia llegue hasta allí. Y hablando de cordón sanitario, ¿qué ha sido del Pacto del Tinell? ¿Sigue vigente? Que alguien se lo recuerde ahora a Patxi López, a ver qué cara se le pone. Pero cada cual tiene su propia historia y no conviene mezclar a Breogán con Aitor, que diría Suso de Toro con vibrante pulso literario. Bien analizado, los nacionalistas vascos no han perdido un solo voto en las elecciones del domingo. Ya sea con una sigla o con otra, lo cierto es que desde hace 30 años la parroquia nacionalista, desde el PNV a los batasunos, se ha mantenido inalterable, inamovible e impávida. Su marmórea consistencia mataría de aburrimiento a Maquiavelo. Por tanto, si en el País Vasco se abre una oportunidad histórica para gobernar sin boina, no es porque el votante nacionalista haya visto la luz, sino porque los batasunos no han salido de la oscuridad. La medida más acertada del PSOE de los últimos años ha sido cortarle a ETA el paso al Parlamento de Vitoria; si esta decisión la hubiera tomado hace cuatro años, como le pedía el PP, el País Vasco sería hoy cuatro años más avanzado, más tolerante y con menos terroristas. Hasta Emilio Gutiérrez habría dejado en paz la maza. En contra de lo que predica la izquierda, que sigue fascinada por la «violencia revolucionaria» a la que disfraza con la cara del Che, las instituciones democráticas no tienen la milagrosa virtud de convertir a los terroristas en demócratas, ni aquí en España, ni en Palestina, ni en Colombia. Quien está fuera de la Ley no puede dictar la Ley.
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