Barcelona
Melchor Gaspar Baltasar y Casillas
madrid- Antes de que Van Nistelrooy conectara el certero cabezazo e hiciera el gol habitual, Casillas había despejado ocho tiros del Zaragoza que, debido a su falta de puntería y a la excelencia del guardameta madridista, palmó. Pudo ganar, mereció empatar, incluso, y perdió 2-0 porque Robinho, un as para filtrarse cuando el rival tiene que arriesgar el todo por el todo, también marcó. La pegada del Madrid es tremenda, como la calidad de su cancerbero, aunque en partidos así resulte difícil no pensar también en la suerte, un regalo de Reyes que le permite continuar en 2008 como terminó en 2007, líder y con 7 puntos de diferencia sobre el Barcelona, segundo.
Melchor, Gaspar, Baltasar y... Casillas. El portero del Real Madrid no ha llegado de Oriente, como los Reyes Magos, procede de Móstoles, pero también convierte sueños, como el de ganar la Liga, por ejemplo, en realidad. Hace años que es el pilar más firme del equipo. Su figura no la erosionan ni los entrenadores ni los fichajes más deslumbrantes. Para cubrir su puesto, en caso de lesión o expulsión, se turnan guardametas de cierta entidad abonados al aburrimiento. Ni se lesiona ni le expulsan, tampoco falla. Sostuvo a Capello y le hizo triunfar y con Schuster sigue idéntico camino.
El Madrid de Capello, el de la primera mitad de temporada, regalaba el balón. Le quemaba. Era un enemigo más. El de Schuster apuesta por controlarlo y falla en el dominio cuando al rival también le gusta jugar al fútbol.
Los equipos de Víctor Fernández acarician la pelota, no la maltratan. Es una característica de este entrenador, la codicia del esférico, sobarlo y conducirlo hasta la meta. Esta manera de entender el fútbol tiende a ocasionarle graves disgustos. Con equipos de medio pelo se hunde. Es, como Lotina en el Deportivo, la antítesis de Caparrós, sin ir más lejos.
Bien, al Madrid le arrebató el cuero en el primer tiempo. Dominó el partido aun con jugadores como Zapater, Luccin y Celades, espléndido éste, y, sobre todo, Sergio García, avasallador y peligroso. Sin el apestado y apestoso D'Alessandro, sin Aimar, lesionado, la línea de creación zaragocista superó a la madridista. Diarra, que hoy se va a la Copa de África, deambulaba, ajeno a lo que allí se cocía. Sneijder no encontraba el sitio y sólo la fuerza de Baptista y las intermitentes arrancadas de Robinho impulsaban al equipo hacia adelante. Pero López Vallejo temblaba más de frío que de miedo. Sólo le inquietó en 45 minutos un centro de Miguel Torres que no encontró rematador.
Torres suplió a Heinze, a quien Diarra dejó para el arrastre en el calentamiento y luego se lesionó solo. Ramos pasó al centro de la zaga, junto a Cannavaro. El Zaragoza siguió a lo suyo, dueño del balón y poniendo a prueba los reflejos de Casillas, hasta en seis ocasiones. En el haber del cancerbero, dos paradones, a Diego Milito, en un fantástico uno contra uno, y a Sergio García, que intentó sorprenderle con un zurdazo lejano ajustado al palo. En el banquillo, el rostro serio de Bernd Schuster confirmaba su desilusión. Y en esta ocasión el árbitro, el inefable «maestro» Iturralde, mantenía el control de la situación, sin estridencias. Hasta Rafa «no me jodas» Guerrero acertó cuando anuló el gol de Oliveira por fuera de juego.
El Madrid no acertaba a hincar el diente al Zaragoza. Se sabía superado, no funcionaba, a Van Nistelrooy, el mejor aliado de Casillas en los éxitos «merengues», no le llegaba un balón y Raúl se vaciaba yendo de un lado a otro del campo. Schuster no dudó, ya en el segundo tiempo, y recurrió a Guti, inmediatamente después de que Casillas despejara con solvencia un zapatazo de Zapater. Con Guti en el campo no alteró Víctor Fernández el esquema, y Casillas despejó sobre la raya un cabezazo de Diogo encima de él y suspiró de alivio cuando el poste repelió el derechazo de Oliveira.
Víctor es un entrenador cuestionado porque su manera de entender este deporte no tiene premio. No es culpa suya la infalibilidad de Casillas, ni que los disparos de sus jugadores, 16 antes del minuto 66, no acabaran en la red, ni tampoco que la primera incursión de Robinho terminara con un centro medido a la cabeza de Van Nistelrooy, libre de marcaje, y supusiera el primer gol. López Vallejo seguía sin tocar el balón, pero su equipo perdía 1-0. El Madrid, al contrario que el Zaragoza, no perdona.
El gol en contra desestabilizó a los zaragocistas, desesperados en pos del triunfo y a causa de su mala suerte. Cuando el partido está así, descosido, Robinho es único para rematar la faena. El brasileño, que es un incordio, que en su zona de influencia no da un balón por perdido, como Raúl, en una de ésas se escapó, sorprendió a la defensa y al portero y sentenció. No por ello Casillas dejó de intervenir, hizo otros dos paradones y López Vallejo, afligido y vendido, continuó sin cobrar protagonismo. Nada que objetar al planteamiento de Víctor. Él no tiene a Casillas ni a Van Nistelrooy ni a Robinho, tres reyes magos.
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