Ceuta

«No deseo ningún mal a la enfermera que mató a mi nieto»

«No deseo ningún mal a la enfermera que mató a mi nieto»
«No deseo ningún mal a la enfermera que mató a mi nieto»larazon

mdiq- La pequeña localidad marroquí de Mdiq, que a 30 kilómetros de Ceuta aspira a convertirse en el mascarón de proa de la inmensa bahía que va desde la ciudad española hasta su puerto, y que crece bajo el espejo de la Costa del Sol, despidió ayer bajo un sol de injusticia y un calor desconocido al pequeño Rayán, el hijo de Dalila Maimuni. El bebé al que un «terrorífico error médico» segó la vida en el hospital Gregorio Marañón de Madrid el lunes.Cientos de allegados y decenas de periodistas de uno y otro lado del Estrecho se dieron cita en sus calles para acompañar a los familiares del niño, cuyo cadáver aterrizó en el aeropuerto de Tetuán a las 11:45 horas en un avión fletado por el Rey Mohamed VI. El cortejo fúnebre hizo su primera parada en la mezquita central de la ciudad, Masyid Ahdam, donde quedó el cuerpo del bebé hasta que, poco después de las dos de la tarde, su imam llamó al rezo de mediodía. Las autoridades locales entregaron a la familia una carta del soberano marroquí dándoles el pésame, recordando que lo sucedido fue «un error» humano e instándoles a asumir el desgraciado «designio divino».En la puerta de la vivienda, de estilo andalusí, los tíos abuelos paternos de Rayán, Mohamed y Laarbi Dadach, que en los sesenta emigraron a Madrid y ya nunca volvieron a su tierra natal más que de vacaciones, agradecieron a los presentes su atención y se esforzaron en aclarar que lo sucedido no había dejado en sus conciencias ningún poso de rencor hacia el país que los acogió hace 40 años. Los presentes recordaban que Dalila, madre de Rayán, decidió hace un año cruzar a España, el país en el que su padre, Dris Maimuni, perdió la vida en 2004 en un accidente de trabajo. Tres muertes sin aclarar«No es una muerte, ya son tres», clamaba la madre de Dalila, Aziza Ismail, en su casa tras el entierro. «Son tres y ninguna aclarada», repite la mujer, que trabaja en el hospital local y que, aunque sin desear «ningún mal a la enfermera que mató a mi nieto» por error, no se resiste al olvido. «Mi marido murió, su empresa desapareció y nadie hizo justicia; a mi hija seguro que no la mató la gripe A y a mi nieto… Cuando le perdí a él me di cuenta d que también se me había ido ella».Todavía en la calle, Youssef, de 25 años, amigo de la infancia de Dalila, testigo privilegiado del amor que la unió a Mohamed desde niña, llora sin lágrimas su pérdida y la de su hijo. «Hoy todo Marruecos está enfermo de dolor», asegura. A apenas 500 metros, en la casa de su familia, el padre de Rayán se conjura para superar la pérdida de su esposa e hijo: «Ahora, quiero tranquilizarme aquí, en mi ciudad, e intentar reponerme».