Estados Unidos
Obama el año del Buey y la crisis ponen a China contra las cuerdas
Bangkok- «Aunque a usted le parezca un lunes cualquiera, hoy es el primer día del año para más de un tercio de la población mundial, la que se rige por el calendario lunar: China y otros siete países asiáticos de su órbita cultural dieron anoche la bienvenida al «año del buey», doce meses que se presentan con un fardo apropiado para este animal de carga que encabeza desde hoy el horóscopo chino. Sin exagerar, porque a los problemas económicos y políticos del gigante asiático se acaban de sumar los diplomáticos: la misma estrella que trae esperanzas para el resto del mundo proyecta una sombra sospechosa en Extremo Oriente. Una sola palabra, y por persona interpuesta, le ha bastado a Barack Obama para ganarse la desconfianza de quienes rigen los destinos de mil trescientos y pico millones de personas. A través de su Secretario del Tesoro, Timothy Geithner, Obama acusó a Pekín el viernes pasado de «manipular» su moneda, el yuan, para sacar ventajas comerciales. En realidad, el presidente americano expresó abiertamente lo que la industria norteamericana y europea lleva años denunciando: que China mantiene devaluada artificialmente su moneda para hacer más competitivas sus exportaciones. Es decir, que hace trampas para poder vender sus productos más baratos, poniendo en riesgo la supervivencia de la industria occidental. Para que se hagan una idea, algunos cálculos consideran que si China dejase el yuan en libertad, si la tasa de cambio con la que se hacen las estadísticas no estuviese trucada, su economía pasarían en cuestión de semanas del cuarto al segundo puesto en el ránking mundial. Aunque el vocablo «manipular» parezca un matiz sin importancia, se trata de un tema muy sensible para la relación comercial con más ceros del mundo. Para empezar rompe un pacto no escrito, ya que durante los años de George W. Bush, China y EE UU aplicaron la «filosofía oriental» en sus relaciones diplomáticas: nada de críticas, suave como lo seda, flexible como un junco, con tal de que préstamos, productos y inversiones viajasen frenéticamente de un lado a otro del Océano. Así por ejemplo, mientras China no se quejaba públicamente de aranceles y cuotas de mercado, Estados Unidos no tocaba las narices con el valor del yuan, ni con el Tíbet. La Prensa oficial china ha interpretado las palabras de Obama como una advertencia, un aviso de que se abre una nueva época: empezando por el yuan y acabando por los Derechos Humanos. Frente a ello, los diarios norteamericanos, más escépticos, han querido recordar que todos los presidentes desde Reagan empezaron su mandato con mensajes hostiles, para después ir ablandando su postura a medida que se iban dando cuenta de la increíble interdependencia de sus dos economías. En cualquier caso, cobra cuerpo la paradójica sensación de que el Partido Chino va a ser una de las pocas organizaciones que eche de menos a Bush.
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