Venezuela
Que si quieres arroz Hugo
El desastre venezolano, miseria en un mar de petróleo, es una clase práctica de progresismo
Mientras la corrección política se refocila con la necesidad de que el Estado intervenga más en la economía, el déspota bolivariano acaba de impartir una nueva lección de lo que ese intervencionismo puede lograr: en Venezuela se acaba el arroz a los precios oficiales. Hugo Chávez y sus secuaces han incorporado las consignas del pensamiento único contra el depredador capitalismo neoliberal: así, el ministro de Alimentación, que tiene guasa la cosa, Félix Osorio, se puso solemne, como si fuera un progre de los nuestros estilo Smiley, al proclamar: «No puede verse el alimento como una mercancía». Y como no es una mercancía, la burocracia bolivariana fija los precios de los alimentos. Esta medida, típica de los regímenes fascistas y comunistas, se impuso en 2003, supuestamente para «luchar contra la inflación», una inflación producida por el propio gobierno y que hoy está en torno a la muy progresista y nada liberal cifra del 30% anual. Los controles se intensificaron en 2008. Lógicamente, aquellos alimentos cuyos precios oficiales se sitúan muy por debajo de sus costes de producción desaparecieron, como el arroz, ante la ira descompuesta de don Hugo, que en vez de admitir que igual sus ideas progresistas son reaccionarias, tuvo la típica reacción totalitaria: la culpa es de los empresarios, especuladores que se lucran a costa del pueblo, etc. Y amenazó con expropiar las plantas procesadoras de arroz, al igual que ha hecho con tantas otras empresas de sectores tan variados como la industria láctea, la siderurgia, la energía, la telefonía, el cemento y las finanzas. El efecto empobrecedor de estas medidas intervencionistas apareció aún más nítidamente cuando el precio del petróleo empezó a caer. Dirá usted, y todo esto a nosotros ¿qué? El horizonte de Venezuela son las cartillas de racionamiento cubanas, y no nuestras economías desarrolladas. El horizonte sí, puede ser, pero las lecciones no. Por ejemplo, no se pueden arreglas las cosas con más coacción, las intervenciones no son gratis, y no se puede obligar a la gente a producir perdiendo dinero y pretender que no pase nada.
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