París
Sarkozy viene de visita
Aunque las relaciones entre ambos países son buenas, algunos avances son lentos
Aunque entre ambos países no existan ahora mismo asuntos de especial urgencia, la visita a España del presidente francés, Nicolas Sarkozy, permitirá revisar y reactivar algunos proyectos de vital importancia para el desarrollo económico a uno y otro lado de los Pirineos. Más allá de que los flashes iluminen sólo una parte de esta visita, como suele ocurrir cuando Carla Bruni viaja en calidad de primera dama de Francia, la profunda crisis económica actuará como una sombra en la agenda hispanofrancesa. Quiérase o no, algunos de los más ambiciosos planes conjuntos podrían sufrir una ralentización indeseada, sobre todo los relacionados con las obras públicas y las comunicaciones. Una de las asignaturas pendientes entre París y Madrid es acelerar y completar los ejes de intercomunicación, sobre todo a través del tren de alta velocidad. El proyecto más avanzado, aunque falte mucho para su culminación, es el corredor que une ambas capitales por la vertiente atlántica. Sin embargo, España necesita también impulsar las conexiones por el arco mediterráneo, de modo que se potencie decisivamente el tránsito de pasajeros y el transporte de mercancías. Sin embargo, y pese a las excelentes relaciones que han entablado Zapatero y Sarkozy, no parece que el Gobierno español haya logrado contagiar al francés su entusiasmo por acelerar estas infraestructuras. Lo mismo sucede con las líneas de muy alta tensión a través de los Pirineos, fundamentales para aumentar la capacidad de suministro eléctrico a nuestro país. Precisamente el sector eléctrico es para los franceses un capítulo sin cerrar, pues su empresa estatal EDF no ha logrado una presencia accionarial significativa en España y la política antinuclear del Gobierno de Zapatero le cierra las puertas a la pujante industria nuclear francesa. No deja de ser paradójico que España camine hacia el cierre de centrales atómicas mientras compra a Francia electricidad generada por este sistema. Otro punto que sin duda abordará esta vigésimo primera cumbre hispanofrancesa será la situación en nuestro país de las empresas de automoción galas, que suponen más del 30 por ciento de la producción automovilística española. No se debe olvidar que las decisiones estratégicas, tanto las ampliaciones como las reducciones de plantillas, se toman en París. Lo mismo cabe decir de otras grandes y medianas empresas de capital francés, como las cadenas de alimentación, que en su conjunto emplean a unos 300.000 trabajadores españoles. Nuestro debilitado tejido laboral no soportaría que este potente entramado empresarial realizara despidos y regulaciones de empleo masivos. A Zapatero le corresponde lograr de Sarkozy garantías suficientes para no oscurecer aún más el horizonte. Aunque Francia tiene la mitad de paro que España, no es óbice para que los directivos franceses se vean tentados de reajustar plantillas españolas ante la caída del consumo. El resto de la agenda hispanofrancesa ofrece menos complicación, sobre todo en materia de seguridad y lucha contra ETA, en la que nuestros vecinos están actuando de modo ejemplar. Sí se planteará reforzar el frente común ante los nuevos desafíos que traen consigo los flujos migratorios: lucha contra las redes de inmigración ilegal y las bandas criminales organizadas. París quiere más mano dura, pero se topa con la garantista legislación española. En todo caso, es de esperar que la buena sintonía propiciada por Zapatero entre ambos países dé frutos en todos los órdenes y con mayor rapidez que hasta ahora.
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