Feria de Bilbao
Uceda: pésame oreja y cornada
El público mostró su afecto a Uceda Leal al ovacionarlo, tras guardar un minuto de silencio, en memoria de su padre, recién fallecido. El torero madrileño, con visible congoja en el rostro, cumplimentó una aseada faena al buen primero, sin demasiadas estrecheces. Siempre al hilo del pitón hasta que el animal lo vio, volteó e hirió. Muy valeroso y con la sangre chorreándole, ejecutó la suerte de matar a la perfección. A partir de entonces, no hubo emoción, elemento imprescindible en el toreo. Los toros de Puerto de San Lorenzo, tampoco la aportaron; sí bondad, flojedad y cierta templanza. Fue un encierro bonancible al que, poniéndole más ardor y buena técnica, se le hubiera sacado mucho más provecho. Juan Bautista y Bolívar no acertaron a encontrarles la distancia ni el temple, por lo que no lograron emocionar a nadie. Las faenas fueron un constante dar pases y más pases sin genio... Faltó gracia, alegría y nervio. Uceda fue el único que se lució con el capote, manos bajas y el cuerpo acoplado a la arrancada. Buenos muletazos por ambos pitones faltos de vibración, aunque algunos tuvieron templanza. La estocada, una belleza. Juan Bautista no acertó con la distancia del buen segundo. Fuera de cacho y con el engaño atrás es muy difícil acoplarse con un animal que embiste despacio y con buen son. Tampoco estuvo fino con el que mató en sustitución de Uceda ni con el quinto. Demasiado parsimonioso y aburrido. Bolívar decepcionó a un público que lo esperaba con expectación. A su primero, tras citarlo desde largo, no acabó de engancharlo en el engaño y la faena fue un continuo dar pases, algunos mantazos, sin relieve ni emotividad. Tampoco se acopló con su segundo que, aunque no humillaba, respondía al ponerle la muleta ante el hocico. El colombiano, quizá con la mente puesta en San Isidro, se mostró muy conservador. No se le apreció la alegría y deseos de triunfo de anteriores actuaciones.
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