Cuba
Un día en la supervivencia cubana
LA HABANA- La muerte política de Fidel Castro, un anticipo de su verdadera muerte, no deja un pueblo huérfano sino abatido. No tanto por la pérdida del guía revolucionario, que ya pocos creen adivinar tras su centenaria barba, como por la pesadumbre de un día a día angustioso en la búsqueda de la supervivencia más lastimosa. Con Fidel o con su hermano Raúl, los cubanos siguen hoy peleando por conseguir un dólar o, mejor aún, un peso convertible, auténtica moneda dura de una isla donde la inflación impide comprar un simple cepillo de dientes al común de los mortales y donde el uso de Internet es una quimera vigilada por todas partes.
Aunque Fidel ha dejado el mando, a nadie parece importarle quién está gobernando o quién gobernará, Cuba está lastrada por una inercia autodestructiva. En este escenario, el pueblo aparece como un actor pasivo en un decorado desvencijado. En medio de la desolación que surge en cada esquina en Habana la Vieja habita un veterano disidente, pero la clase trabajadora, toda en realidad, parece ausente de un proceso que comenzó hace un año con el agravamiento del estado de salud de Fidel y que se selló con su renuncia a asumir la Presidencia del país. Por eso, en un país envejecido la renovación de los cuadros al más alto nivel cobra una importancia crucial.
Batalla por la sucesión
Los nombres de Felipe Pérez Roque y Carlos Lage comienzan a coger fuerza en la batalla sucesoria. La mayoría de disidentes consultados por este diario coinciden en que la conversión de ambos a la apertura, primero económica y más soterradamente política, sería mucho más viable que con Raúl Castro. En cualquier caso, el ascenso de Pérez Roque o de Lage a la Presidencia supondría un aire nuevo en la dictadura más férrea de Iberoamérica. El aire que el joven Eliecer sugirió al presidente de la Asamblea del Poder Popular, Ricardo Alarcón, en un encuentro reciente con estudiantes universitarios.
Sin embargo, el castrismo no parece dispuesto a dejar paso a la savia nueva, empeñado en hacer de Cuba un parque temático del socialismo más arcaico al que acuden miles de jóvenes todos los años en busca de la «experiencia cubana» que termina en un souvenir del Che y unos tragos en las playas de Varadero. «Esto es una vaina, está todo patas arriba... Total para elegir a Raúl», afirma Eduardo Pons, un cubano medio capaz de atesorar 10 empleos distintos para poder subsistir.
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