Comunidad de Madrid

El árbol de la supervivencia

El árbol de la supervivencia
El árbol de la supervivencialarazon

Una de las tradiciones militares más ligadas al pueblo de Madrid ha sido presenciar en el Palacio de Buenavista, desde la calle Alcalá, los relevos diarios de la Guardia del Ministerio de Defensa bajo los acordes de la Unidad de Música del Regimiento de Infantería «Inmemorial del Rey» nº 1. Y ese fascinante espectáculo, de gran atractivo popular, siempre se llevaba a cabo a la sombra de uno de los árboles más singulares que se encuentran catalogados en la Comunidad de Madrid: El Ginkgo biloba.
Este árbol se plantó a finales del siglo XIX, siguiendo la moda jardinera de la época, aprovechando una de las varias remodelaciones que se realizaron en el palacio y en sus jardines, cuya construcción data de 1677.
Es un bello ejemplar que conserva una abundante ramificación, ha alcanzado una altura de 28 metros, su copa tiene un diámetro de 15 metros y el perímetro de su tronco supera los seis. Aunque es de los ejemplares más antiguos que existen en España, junto con el del jardín botánico de Granada, se considera relativamente joven y se le calcula una edad de 120 años, sólo una décima parte de su probable longevidad.
Sus características hojas, de entre 5 y 15 cm, son planas y en forma de abanico, festoneadas por muescas o lóbulos. El color verde grisáceo que presentan en verano cambia a amarillo y a un hermosísimo color amarillo oro en otoño, singularizando el paisaje urbano madrileño al que pertenece. Permanecen en el árbol hasta bien avanzada la estación, caen al suelo en muy pocos días y dejan al desnudo, geométricamente considerada, una de las siluetas arbóreas más bellas.
En los laboratorios paleobotánicos de la Academia China de Ciencias, donde la unidad de tiempo es el millón de años, se encuentran fosilizadas las hojas de un ginkgo con más de 250 millones de años, debió formar parte del paisaje en el que habitaron los dinosaurios.
El 6 de agosto de 1945 una bomba atómica fue lanzada sobre la ciudad japonesa de Hiroshima. En varios kilómetros alrededor del epicentro de la explosión no quedó nada en pie, pero a sólo un kilómetro unos ginkgos resistieron la embestida atómica y sus ramas mustias volvieron a reverdecer poco tiempo después, como embajadores de paz y esperanza tras la barbarie.
Esta característica de la supervivencia y longevidad del Ginkgo ha inspirado muchas teorías esperanzadoras, no confirmadas, sobre la eficacia de los extractos de sus hojas en la prevención de los daños seniles.