Crisis económica
Una encíclica contra la crisis mundial
«El primer capital que hay que salvaguardar es la persona», afirma el Papa en su carta más social
La tercera encíclica de Benedicto XVI, «Caritas in veritate» (la Caridad en la verdad), era esperada desde 2007. Se pretendía que el texto fuese publicado aquel año por coincidir con el 40 aniversario de la «Populorum progressio», la gran encíclica social de Pablo VI. La complejidad de la redacción y los continuos retoques que ha sufrido el borrador inicial explican que «Caritas in veritate» no haya salido a la luz hasta ahora, cuando la crisis ha puesto la economía y los problemas sociales en el centro de la atención internacional.
«Si se hubiera publicado antes se habría dicho que era profética, ya que habla de una crisis que entonces no se vislumbraba», comentaba ayer el cardenal Renato Raffaele Martino, presidente del Pontificio Consejo «Justicia y Paz» y uno de los miembros de la Curia romana que presentaron el texto en el Vaticano. La expectación por conocer los detalles de la encíclica era máxima. «Estamos ante el público de las grandes ocasiones», dijo el portavoz vaticano, Federico Lombardi, satisfecho por el aspecto abarrotado que ofrecía la sala de prensa de la Santa Sede. Y es que los diarios, radios y televisiones de todo el mundo estaban ansiosos por conocer las palabras del Papa ante la actual coyuntura económica. «Caritas in veritate», sin embargo, va más allá de la crisis: renueva el impulso de la caridad en la doctrina social de la Iglesia y subraya que el desarrollo necesita la verdad de Jesucristo para producirse. «Las dificultades presentes pasarán en unos años, pero el mensaje de la encíclica permanecerá», garantizó monseñor Martino en la sala de prensa.Durante su presentación, el presidente del Pontificio Consejo Justicia y Paz enumeró cuatro importantes cambios que el mundo ha vivido en los casi veinte años pasados desde que se público la última encíclica social, «Centesimus annus», de Juan Pablo II. Son: la sustitución de las ideologías políticas por el tecnicismo; la globalización; el nuevo auge de las religiones y el alzamiento de países que, con su ascenso, han cambiado los equilibrios geoestratégicos. Estos cuatro argumentos explican la necesidad de una encíclica social como «Caritas in veritate», que no sólo está dedicada al «desarrollo de los pueblos» enunciado en «Populorum progressio», sino al «desarrollo humano integral».
Más allá de la crisisMonseñor Martino afirmó que el texto pone de manifiesto la necesidad de «volver a pensar el modelo económico occidental», algo que ya escribió Juan Pablo II en «Centesimus annus». «La crisis nos obliga a reproyectar nuestro camino, a darnos nuevas reglas, a centrarnos en las experiencias positivas y a rechazar las negativas», indica Benedicto XVI en «Caritas in veritate». El cardenal Paul Josef Cordes, presidente del Pontificio Consejo «Cor Unum», dijo en su presentación que «la Iglesia inspira, pero no hace política: no tiene soluciones técnicas que ofrecer ni es un partido político». Es por ello que la doctrina social de la Iglesia, renovada con la encíclica, no debe ser vista como una «tercera vía» ni como un «programa político» que lleve a la «sociedad perfecta». La doctrina social, afirmó monseñor Cordes, es un «elemento de la evangelización. Como muestra "Caritas in veritate"nace y se interpreta a la luz de la revelación», afirmó.
Monseñor Cordes subrayó que Benedicto XVI dice en el texto que «el desarrollo es imposible sin hombres rectos». Esta rectitud sólo se alcanza rechazando «la corrupción, la ilegalidad y la sed de poder». «La oración y la conversión» son imprescindibles para llevar una vida en la caridad y la justicia; los cristianos no deben mirar desde la ventana, han de dejarse convertir para construir, en Dios, una sociedad nueva», dijo. «Caritas in veritate», concluyó Cordes, constituye, «bien leída», una «luz para la sociedad». Estas son las claves del nuevo documento:
ECONOMÍA DE COMUNIÓN«La victoria sobre el subdesarrollo requiere actuar no sólo en la mejora de las transacciones basadas en la compraventa, o en las transferencias de las estructuras asistenciales de carácter público, sino sobre todo en la apertura progresiva en el contexto mundial a formas de actividad económica caracterizada por ciertos márgenes de gratuidad y comunión. El binomio exclusivo mercado-Estado corroe la sociabilidad, mientras que las formas de economía solidaria, que encuentran su mejor terreno en la sociedad civil aunque no se reducen a ella, crean sociabilidad. El mercado de la gratuidad no existe y las actitudes gratuitas no se pueden prescribir por ley. Sin embargo, tanto el mercado como la política tienen necesidad de personas abiertas al don recíproco. [...] Al afrontar esta cuestión decisiva, hemos de precisar, por un lado, que la lógica del don no excluye la justicia ni se yuxtapone a ella como un añadido externo en un segundo momento y, por otro, que el desarrollo económico, social y político necesita, si quiere ser auténticamente humano, dar espacio al principio de gratuidad como expresión de fraternidad».
DEMOGRAFÍA Y DESARROLLO«Las grandes naciones han podido salir de la miseria gracias también al gran número y a la capacidad de sus habitantes. Al contrario, naciones en un tiempo florecientes pasan ahora por una fase de incertidumbre, y en algún caso de decadencia, precisamente a causa del bajo índice de natalidad, un problema crucial para las sociedades de mayor bienestar. La disminución de los nacimientos, a veces por debajo del llamado «índice de reemplazo generacional», pone en crisis incluso a los sistemas de asistencia social, aumenta los costes, merma la reserva del ahorro y, consiguientemente, los recursos financieros necesarios para las inversiones, reduce la disponibilidad de trabajadores cualificados y disminuye la reserva de «cerebros» a los que recurrir para las necesidades de la nación».
FAMILIA Y ECONOMÍA «Las familias pequeñas, o muy pequeñas a veces, corren el riesgo de empobrecer las relaciones sociales y de no asegurar formas eficaces de solidaridad. Son situaciones que presentan síntomas de escasa confianza en el futuro y de fatiga moral. Por eso, se convierte en una necesidad social, e incluso económica, seguir proponiendo a las nuevas generaciones la hermosura de la familia y del matrimonio, su sintonía con las exigencias más profundas del corazón y de la dignidad de la persona. En esta perspectiva, los estados están llamados a establecer políticas que promuevan la centralidad y la integridad de la familia, fundada en el matrimonio entre un hombre y una mujer, célula primordial y vital de la sociedad, haciéndose cargo también de sus problemas económicos y fiscales, en el respeto de su naturaleza relacional».
UN TRABAJO DIGNO«El 1 de mayo de 2000, mi predecesor Juan Pablo II, de venerada memoria, con ocasión del Jubileo de los Trabajadores, lanzó un llamamiento para «una coalición mundial a favor del trabajo decente», alentando la estrategia de la Organización Internacional del Trabajo. De esta manera, daba un fuerte apoyo moral a este objetivo, como aspiración de las familias en todos los países del mundo. Pero ¿qué significa la palabra «decencia» aplicada al trabajo? Significa un trabajo que, en cualquier sociedad, sea expresión de la dignidad esencial de todo hombre o mujer: un trabajo libremente elegido, que asocie efectivamente a los trabajadores, hombres y mujeres, al desarrollo de su comunidad; un trabajo que, de este modo, haga que los trabajadores sean respetados, evitando toda discriminación; un trabajo que permita satisfacer las necesidades de las familias y escolarizar a los hijos sin que se vean obligados a trabajar; un trabajo que consienta a los trabajadores organizarse libremente y hacer oír su voz; un trabajo que deje espacio para reencontrarse adecuadamente con las propias raíces en el ámbito personal, familiar y espiritual; un trabajo que asegure una condición digna a los trabajadores que llegan a la jubilación».
LOS DEBERES Y LOS DERECHOS«Los deberse son los que los derechos presuponen, y sin los cuales éstos se convierten en algo arbitrario. Hoy se da una profunda contradicción. Mientras, por un lado, se reivindican presuntos derechos, de carácter arbitrario y voluptuoso, con la pretensión de que las estructuras públicas los reconozcan y promuevan, por otro, hay derechos elementales y fundamentales que se ignoran y violan en gran parte de la humanidad. Se aprecia con frecuencia una relación entre la reivindicación del derecho a lo superfluo, e incluso a la transgresión y al vicio, en las sociedades opulentas, y la carencia de comida, agua potable, instrucción básica o cuidados sanitarios elementales en ciertas regiones del mundo subdesarrollado y también en la periferia de las grandes ciudades. Dicha relación consiste en que los derechos individuales, desvinculados de un conjunto de deberes que les dé un sentido profundo, se desquician y dan lugar a una espiral de exigencias prácticamente ilimitada y carente de criterios.
La exacerbación de los derechos conduce al olvido de los deberes. Los deberes delimitan los derechos porque remiten a un marco antropológico y ético en cuya verdad se insertan también los derechos y así dejan de ser arbitrarios. Por este motivo, los deberes refuerzan los derechos y reclaman que se los defienda y promueva como un compromiso al servicio del bien. En cambio, si los derechos del hombre se fundamentan sólo en las deliberaciones de una asamblea de ciudadanos, pueden ser cambiados en cualquier momento y, consiguientemente, se relaja en la conciencia común el deber de respetarlos y tratar de conseguirlos. Los gobiernos y los organismos internacionales pueden olvidar entonces la objetividad y la cualidad de «no disponibles» de los derechos. Cuando esto sucede, se pone en peligro el verdadero desarrollo de los pueblos. Comportamientos como éstos comprometen la autoridad moral de los organismos internacionales, sobre todo a los ojos de los países más necesitados de desarrollo. En efecto, éstos exigen que la comunidad internacional asuma como un deber ayudarles a ser «artífices de su destino», es decir, a que asuman a su vez deberes. Compartir los deberes recíprocos moviliza mucho más que la mera reivindicación de derechos.
CAPITAL HUMANO, CAPITAL SOCIAL«El recurso humano es más valioso de los países en vías de desarrollo: éste es el auténtico capital que se ha de potenciar para asegurar a los países más pobres un futuro verdaderamente autónomo (...). Los costes humanos son siempre también costes económicos y las disfunciones económicas comportan igualmente costes humanos».
PROTECCIÓN DE LOS TRABAJADORES«Reducir el nivel de tutela de los derechos de los trabajadores y renunciar a mecanismos de redistribución del rédito con el fin de que el país adquiera mayor competitividad internacional, impiden consolidar un desarrollo duradero. Por tanto, se han de valorar cuidadosamente las consecuencias que tienen sobre las personas las tendencias actuales hacia una economía de corto, a veces brevísimo plazo». Esto exige «una nueva y más profunda reflexión sobre el sentido de la economía y de sus fines», además de «una honda revisión con amplitud de miras del modelo de desarrollo, para corregir sus disfunciones y desviaciones. Lo exige, en realidad, el estado de salud ecológica del planeta; lo requiere sobre todo la crisis cultural y moral del hombre, cuyos síntomas son evidentes en todas las partes del mundo desde hace tiempo».
EL MERCADO«Se ha de considerar equivocada la visión de quienes piensan que la economía de mercado tiene necesidad estructural de una cuota de pobreza y de subdesarrollo para funcionar mejor. Al mercado le interesa promover la emancipación, pero no puede lograrlo por sí mismo, porque no puede producir lo que está fuera de su alcance. Ha de sacar fuerzas morales de otras instancias que sean capaces de generarlas. La actividad económica no puede resolver todos los problemas sociales ampliando sin más la lógica mercantil. Debe estar ordenada a la consecución del bien común, que es responsabilidad sobre todo de la comunidad política. Por tanto, se debe tener presente que separar la gestión económica, a la que correspondería únicamente producir riqueza, de la acción política, que tendría el papel de conseguir la justicia mediante la redistribución, es causa de graves desequilibrios. La Iglesia sostiene siempre que la actividad económica no debe considerarse antisocial. Por eso, el mercado no es ni debe convertirse en el ámbito donde el más fuerte avasalle al más débil. La sociedad no debe protegerse del mercado, pensando que su desarrollo comporta ipso facto la muerte de las relaciones auténticamente humanas. Es verdad que el mercado puede orientarse en sentido negativo, pero no por su propia naturaleza, sino por una cierta ideología que lo guía en este sentido».
BANCA ÉTICA«Hoy se habla mucho de ética en el campo económico, bancario y empresarial. Surgen centros de estudio y programas formativos de business ethics; se difunde en el mundo desarrollado el sistema de certificaciones éticas, siguiendo la línea del movimiento de ideas nacido en torno a la responsabilidad social de la empresa. Los bancos proponen cuentas y fondos de inversión llamados ‘‘éticos''. Se desarrolla una ‘‘finanza ética'', sobre todo mediante el microcrédito y, más en general, la microfinanciación. Dichos procesos son apreciados y merecen un amplio apoyo. Sus efectos positivos llegan incluso a las áreas menos desarrolladas de la tierra. Conviene, sin embargo, elaborar un criterio de discernimiento válido, pues se nota un cierto abuso del adjetivo ‘‘ético'' «Conviene esforzarse —la observación aquí es esencial— no sólo para que surjan sectores o segmentos «éticos» de la economía o de las finanzas, sino para que toda la economía y las finanzas sean éticas y lo sean no por una etiqueta externa».
Renovación en la continuidadECONOMÍA DE LA GRATUIDAD«Mientras antes se podía pensar que lo primero era alcanzar la justicia y que la gratuidad venía después, como un complemento, hoy es necesario decir que sin la gratuidad no se alcanza ni siquiera la justicia».AUTORIDAD MUNDIAL«Para no abrir la puerta a un peligroso poder universal de tipo monocrático, el gobierno de la globalización debe ser de tipo subsidiario, articulado en múltiples niveles».Un trabajo «DECENTE»«Significa un trabajo que, en cualquier sociedad, sea expresión de la dignidad esencial de todo hombre o mujer». NO A LA DESAPARICIÓN DEL ESTADO«La sabiduría y la prudencia aconsejan no proclamar apresuradamente la desaparición del Estado».El hombre y la naturaleza«Se ha de subrayar que es contrario al verdadero desarrollo considerar la naturaleza como más importante que la persona humana misma. Esta postura conduce a actitudes neopaganas o de nuevo panteísmo: la salvación del hombre no puede venir únicamente de la naturaleza, entendida en sentido puramente naturalista. Por otra parte, también es necesario refutar la posición contraria, que mira a su completa tecnificación, porque el ambiente natural no es sólo materia disponible a nuestro gusto, sino obra admirable del Creador y que lleva en sí una «gramática» que indica finalidad y criterios para un uso inteligente, no instrumental y arbitrario. Hoy, muchos perjuicios al desarrollo provienen en realidad de estas maneras de pensar distorsionadas. Reducir la naturaleza a un conjunto de simples datos fácticos acaba siendo fuente de violencia para con el ambiente, provocando conductas que no respetan la naturaleza del hombre mismo. Ésta, en cuanto se compone no sólo de materia, sino también de espíritu, tiene un carácter normativo incluso para la cultura».
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