Los Ángeles

Van Damme el ídolo caído se levanta

La Razón
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¿Será casualidad que tres de los grandes héroes de acción del cine de los ochenta hayan procurado pasar el examen de reválida cuestionando el arquetipo que les hizo famosos? Arnold Schwarzennegger fue el primero en hacerlo en «El último gran héroe» (1993), Sylvester Stallone se deconstruyó a lágrima viva en «Rocky Balboa» (2006), y ahora, en «JCVD», le toca el turno al belga Jean-Claude Van Damme, quizá el más asociado al mucho puño y poca letra del cine de acción directo a vídeo. Acosado de pequeño A falta de que Steven Seagal (cuya característica coleta es objeto de una broma malintencionada en «JCVD») y Chuck Norris se sometan al profundo escáner moral por el que han pasado sus colegas, hemos de decir que lo que ha hecho Van Damme, con la inapreciable ayuda de Mabrouk El Mechri, no tiene nombre. El protagonista de «Cyborg» (1989), «Lionheart, El luchador» (1990) y «Soldado universal» (1991) se desnuda de un modo tan desarmante que su confesión a cámara puede sonar a impostura, pero lo cierto es que la síntesis que en ella hace de su biografía es real como la vida misma. Nunca el acoso escolar ha resultado tan rentable. Como era un niño escuchimizado al que le robaban el desayuno en el colegio, el padre de Van Damme (entonces Van Varenberg) decidió apuntarlo a clases de artes marciales y de ballet. A los 19 años era campeón de Europa de karate y fundó un gimnasio, el California Gym. Lo de ser pequeño empresario no iba con él, porque en 1981 se estableció en Los Ángeles, algunos dicen que durmiendo en un coche alquilado, para buscarse la vida como estrella emergente. Trabajó de pizzero, chófer y portero de discoteca antes de dar el golpe definitivo en «Contacto sangriento» (1988) y «Kickboxer» (1989), en las que una coreografía etérea pero contundente de sus artes marciales le valió el calificativo de sucesor de Bruce Lee. Van Damme fue el responsable de importar a tres de los mayores talentos del cine de acción de Hong-Kong a EE UU, John Woo («Blanco humano», 1993), Ringo Lam («Al límite del riesgo», 1996), «Replicant», 2001) y «Salvaje», 2003) y Tsui Hark («Double Team», 1997) y «En el ojo del huracán», 1998), y mientras le cosquilleaba la nariz de tanta cocaína (adicción a la que llegó por amor a la mujer y de la que se libró solo, sin clínicas) se lanzó a dirigir «The Quest» (1997). Ahora está ultimando los detalles de «Full Love», co-protagonizada por sus dos hijos, Kristopher y Bianca, y que, como el título indica, es un drama romántico que canalizará el buen rollo con que Van Damme ha renacido de sus cenizas.